Hay quien encuentra su felicidad curando heridas, los vacíos de otros. Nadie puede negar que en ocasiones, puede ser reconfortante ser el bálsamo que cura tempestades pasadas, el antídoto para esas amarguras que otros dejaron en el corazón de quien amamos ahora.
Ser esa pieza clave en el día a día del ser querido es importante. Ahora bien, nadie ha nacido para ser una muleta cotidiana, ni un pañuelo de lágrimas, ni aún menos, esa pócima con la cual, hacer olvidar un amor imposible o un amor que hizo daño.
Cuando te ofrezcas a alguien hazlo en plenitud. Tú no sustituyes a nadie ni eres el agua que llena los vacíos no resueltos de una persona inmadura, no estás ahí para auxiliar sino para amar y ser amado/a
Esto no quiere decir en absoluto que no nos preocupemos por el pasado de nuestras parejas, por saber cuáles son sus carencias, cuales sus cicatrices internas y sus demonios escondidos.
Debemos saberlo, pero no busques alzarte como el héroe o heroína que pretende salvar y sanar todas sus heridas. No es tu tarea, no es tu responsabilidad esencial.
Nuestra finalidad es acompañar, crecer en pareja, aportar y recibir, amar y ser amado. Es construir un proyecto de forma conjunta donde los esfuerzos sean compartidos.
Quien se pone como único propósito cubrir vacíos, llenar espacios y sanar alientos de tristeza, se acaba fragmentando lentamente…
Tu responsabilidad no es llenar vacíos: tú mereces amar y ser amado/a
Te lo hemos señalado al inicio y volvemos a reiterarlo: como pareja, como persona que se ha ofrecido por libre voluntad a otra, mereces querer y ser querido/a.
Tú responsabilidad no es sanar, no es ser un cobijo cotidiano, ni alguien que satisface necesidades ajenas sin que tengan en cuenta las tuyas propias.
Tú sabes quién eres y lo que mereces, y si alguien te ofrece su corazón para que ocupes el espacio que otro/a dejó, lo que te ofrece es un amor a medias, un amor con sabor a chantaje que te llenará a ti también de vacíos emocionales
Todos tenemos claro que es muy difícil controlar de quien nos enamoramos. Simplemente sucede, sin apenas buscarlo, sin pretenderlo, en ocasiones hasta sin desearlo.
Porque hay amores que atrapan y arrastran como vendavales que nos ciegan, y a pesar de que nos hacen sentirnos vivos, también nos hieren.
No obstante, debes tener claro estos principios en tu día a día:
- Cultiva un amor maduro y consciente, ahí donde ambos miembros son capaces de permitir el crecimiento personal del ser querido, a la vez que propician el de la propia pareja.
- Tú no eres un sanador de heridas, un ocupante de vacíos, ni un susurrador que hace escampar los miedos. Lo podrás ser unas semanas, unos meses… pero después, ya no será un amor, será una condena.
- Tu apoyas, y mereces ser apoyado, tu cuidas e incentivas, y tú, te permites ser atendido y valorado cada día.
- El amor es crecimiento, es plenitud y felicidad inscrita en los pequeños actos. Sin complicidad, respeto y dedicación mutua, el amor no es completo ni auténtico.
Fuente: Rincón del Tibet