Ni en mis más remotas fantasías soñé con enamorarme tanto que terminaría siendo plato de segunda mesa, pero hoy lo soy, y no me arrepiento de nada…
No fue algo que planeé ni esperé. Simplemente te conocí y me entregué al torbellino de sentimientos que me inspiraste. No me importó saber que eras casado y accedí a formar parte de tu vida aun a sabiendas de que ella estaba allí, en el primer lugar.
Cuando empezamos a conversar en el trabajo, me enamoré de tu forma de ser, de hablar de tus hijos, de tus sueños, de tus preocupaciones. A pesar de que lo sabías, siempre me advertiste que tu relación conmigo sólo era sólo carnal, así que yo no debía tener más expectativa que compartir contigo sólo cuando tuvieses el tiempo para mí, luego de ocuparte de tus prioridades.
Nuestro contacto estaba limitado a llamadas y mensajes destinados a especificar las condiciones de nuestros encuentros, que así como empezaban de la misma manera terminaban. En raras ocasiones me contestabas una llamada ya entrada la noche, o un mensajito de manera bastante distante, pero no importa, pues así me dejabas claro cuál era mi lugar.
A pesar de que en momentos fantaseé con coincidir contigo en alguna fecha importante, el tiempo me enseñó a no esperanzarme. Nunca estarías conmigo ni en mi cumpleaños ni en San Valentín y menos en época decembrina que era cuando más tiempo pasabas con tu familia. Estar sola durante esos días me ponía nuevamente en donde pertenecía: en el sitio de la amante.
Los días enferma, sensible, en los que la época lluviosa me hacía anhelar un abrazo que me entibiase hasta el alma, los pasaría sola, abrazada a mi almohada, soñando con que repentinamente me escribías y me pedías vernos, pero en sueños se quedó, ¿y qué otra cosa merece una amante?
Todavía sigo aprendiendo, no te creas. A veces se me escapan llamadas impertinentes, mensajes de amor en momentos inadecuados, la esperanza de estar contigo en mi día más importante o de tenerte en cama más tiempo del que nos toma tener relaciones. Al final del día termino entendiendo que estarás para mí sólo cuando puedas y quieras, que mi voluntad no importa pues sólo soy la amante.