Todos tenemos derecho a vivir como nos plasta. Mientras no hagamos daño a nadie, puedes vivir como quieras. Porque de esto se trata tener vida, de disfrutar de lo que más quieras, de experimentar lo que desees, de amar con todo el corazón, aunque al final te lo rompan. Porque de eso siempre se va a tratar de aprender de todos esos errores para no volverlos a cometer.
Tenemos que dejar de tenerle miedo a arriesgarse, porque eso nos limita a poder vivir de verdad. Si quieres ser una persona que disfrute de cada segundo que tiene en la tierra, lo recomendable es jugársela. Luchar por lo que más quieres, así sea una tontería, vale la pena. Porque lo peor que puede pasarle a uno es arrepentirte cuando sea demasiado tarde.
Ama con locura, enamórate perdidamente de alguien. Arriesga todo por ese amor, no te vas a arrepentir. Así te partan el corazón, siempre va a valer la pena haberlo hecho porque aprendiste como poder lidiar con ese amor. A la próxima sabrás como hacerlo y tendrás cuidado para no volver a salir lastimado. Todo en esta vida vale la pena, y si crees que una persona lo vale no pierdas el tiempo y conquístalo.
No te estreses con tu trabajo. Si no te sientes bien en ese lugar, pues cambia y busca algo que verdaderamente te guste. Ponte metas a corto plazo para que poco a poco te acerques a tus sueños. Ten proyectos que te ayuden a querer seguir avanzando en tu profesión.
Levántate cada vez que te caigas y aprende de esos errores. Se perseverante y nunca te rindas, aunque los demás te digan lo contrario. Si estás seguro de eso, sigue adelante sin mirar atrás. No pares hasta conseguirlo y hasta volverlo tuyo. Lo que importa en tu vida, es lo que tú quieres, no lo que los demás quieren de ti. Lo más importante de todo esto es que logres tu felicidad. Es el propósito de todo ser viviente, ser feliz al final del día. Poder sonreír y decir que lo estás haciendo bien porque estás logrando lo que desees.
No juzgues a nadie. Recuerda que tu vida es diferente a muchas otras. Si esas personas toman otro camino, puedes aconsejarlos más no obligarlos a que tomen el mismo camino que tú, porque a ti te está yendo bien, pero eso no quiere decir que a ellos le vayan igual. Nuestras forman de pensar deben ser respetadas y no minimizadas. Así que, si no quieres que te hagan lo mismo, no juzgues.