Desde su silueta espectral, su falta de humanidad sobre mí sentencia.
Me acompaña en los sitios donde alguna vez fue materia,
casi como un mandato,
casi como una persecutoria idea de esas que me desmoronan cada tanto.
Me observa detenidamente, expectante ante cada uno de mis pasos.
Me contiene las ideas, los disgustos y las preferencias hasta asfixiar las mías propias,
con ese cuerpo, de mi hechura, relleno de mis anhelos y mi mala memoria.
Pulsa sobre mis días, destellando a un ritmo impredecible…
salvo por las madrugadas, a eso de las 2, que se cuela en el festín de mis tristezas…
En los momentos de mayor ambivalencia su presencia es ley, que me ata, sin escapatoria, a sus designios.
Y ante su autoridad me arrodillo para rogar porque su existencia siga dejando las huellas que marcarán mi destino.