La vida es como un carrusel que nunca se detiene, algunos extraños suben, otros bajan, pero siempre está en marcha, y es que estamos destinados a conocer a mucha gente que entrará y saldrá de nuestra vida de manera constante.
Todo lo que nos toca nos transforma, la temporalidad forma parte de lo intrínseco de la naturaleza de las relaciones humanas:
Cada persona o extraño que llega a nuestra vida, cumple un papel y un propósito, y para bien o para mal todas las experiencias que vivimos con otras personas nos enseñan cosas nuevas.
Nuestro carácter, personalidad y madurez son un conglomerado de experiencias, maravillosas y dolorosas que tienen en un factor común y determinante, el aprendizaje.
En la mayoría de los casos este aprendizaje viene acompañado de una valiosísima lección.
Los seres humanos añoramos la compañía, nos reconforta saber que existe alguien con el que siempre podemos contar sea un amigo o un extraño.
Nos reconforta saber que alguien está ahí para escucharnos, entendernos y apoyarnos, todos estamos en búsqueda de alguien que nos acompañe, nos guie y nos haga el sendero de la vida más liviano y ameno.
Disfrutamos la cercanía y la sensación de calidez que proporciona el sentirse querido y valorado, sentir que le importamos a alguien:
En este afán de cercanía, olvidamos la naturaleza vulnerable y transitoria de las relaciones interpersonales.
Nos negamos a dejar ir a personas que ya cumplieron su papel en nuestras vidas y que ya no pueden aportarnos nada que nos ayude en nuestro crecimiento.
Este es el error que cometemos la mayoría de las personas, nos aferramos a la ilusión de que lo que fue bueno siempre volverá a ser bueno.
Nos enfrascamos en que podemos recuperar vínculos rotos, en enmendar cosas que no tienen arreglo, en vivir de los recuerdos.
Muchas veces pasa que un “te extraño” es realmente un “me extraño”:
Somos coleccionistas de sensaciones, de alegrías, de las buenas memorias, y en nuestros momentos de soledad recurrimos a los momentos en que la tristeza no habitaba nuestro cuerpo y nuestra mente.
Tampoco debemos confundirnos y pensar que un “te extraño” es un quiero verte.
En ocasiones nuestras ansias de felicidad y consuelo nos engañan haciéndonos creer que extrañamos a alguien, cuando en verdad lo que extrañamos es como nos sentimos en aquellos momentos.
La nostalgia es un sentimiento que nos golpea en los momentos en que nos encontramos más vulnerables:
Recordar una situación, una persona, un lugar, una sensación, un sentimiento o cualquier cosa que nos generó alegría siempre nos hará extrañar o desear volver a ese increíblemente momento en el que te sentiste feliz.
Pero siempre debemos recordar que la felicidad siempre depende de nosotros mismos.
Permítete extrañar y recordar a todas esas personas que te regalaron experiencias hermosas, pero es primordial aprender a diferenciar un “te extraño” de un “te quiero de vuelta”.
Agradece cada momento que te hizo ser la persona que eres ahora y vive con la mente en el futuro, recordando con cariño y alegría todo lo que fue, pero concentrándote y esforzándote en lo que será.