En marzo de 2016, la legislación estatal de Utah, Estados Unidos, argumento de que los procedimientos abortivos debían añadir anestesia a todas las mujeres que hicieran esta práctica, pues había suficiente evidencia como para verificar que a partir de la vigésima semana de gestación, el feto podía sentir dolor.
Esta medida reavivó el conflicto sobre el aborto en Estados Unidos, cuyo status legal en todo el mundo varía radicalmente según cada país y en ocasiones, en cada estado o localidad. A pesar de las diferentes implicaciones personales, culturales, sociales, políticas y económicas de una interrupción del embarazo figuran como opiniones para decantarse sobre su prohibición o consentimiento, la batalla central parte de un principio fisiológico: el dolor.
Las sensaciones que un feto puede experimentar parecen ser un motivo suficiente para delinear la política sanitaria sobre el aborto y con ella, el futuro de millones de mujeres alrededor del planeta. El conocimiento sobre la percepción prenatal, ronda esencialmente sobre un polémico tema; ¿Puede sentir dolor un embrión? Si es correcto, entonces cabe preguntar, ¿a partir de qué momento de la gestación?
“Anatomía del dolor”
El dolor como reacción consciente ocurre en el cerebro: Si alguien se corta con el filo de un cuchillo en un dedo, la señal nerviosa ira a través de impulsos eléctricos hasta llegar cerebro, donde se procesa y transmite por medio de las neuronas.
La corteza cerebral es la encargada de informar sobre esta experiencia, que las personas no se limitan a una reacción fisiológica, además tiene poderosas connotaciones emocionales que dependen principalmente del sujeto en cuestión y su habilidad para demostrarlo. Las neuronas especializadas en captar el dolor se conocen como nociceptores y se encargan de detectar los estímulos nocivos y transmitirlos por el sistema nervioso central.
Por lo tanto, se necesita de dos componentes necesarios para sentir dolor: un sistema nervioso central con células capaces de dar una respuesta nociceptora y la conciencia para cambiar un estímulo nocivo en una experiencia disgustable. A partir de estos principios, diferentes investigaciones han tratado de opinar sobre la percepción prenatal del dolor, con resultados con diminutas diferencias que convergen hacia el mismo sentido.
“Las respuestas desde la ciencia”
La búsqueda radica en la génesis de la vinculación básica entre el sistema nervioso central y el tálamo, componentes principales para dar por hecho cualquier tipo de actividad sensorial. Kate Connors, la portavoz del Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos (ACOG por sus siglas en inglés), trató de zanjar la cuestión confirmando que “basándonos en la edad gestacional, la ciencia demuestra que no es posible sentir dolor sino hasta el tercer trimestre”. Este argumento parece secundar la respuesta de la amplia investigación “Can fetuses feel pain?” de la Escuela de Psicología de la Universidad de Birmingham, Reino Unido, que finaliza con, el sistema neuroanatómico es necesario para experimentar dolor puede considerarse concluido alrededor de las 26 semanas de gestación:
“El circuito neuronal en fetos (de 20 semanas de gestación) es inmaduro. El proceso de desarrollo necesario para la adquisición de conciencia y experiencia del dolor aún no está desarrollado. Sin embargo, la ausencia del dolor en el feto no resuelve la cuestión de porqué el aborto es moralmente aceptable o debe ser legal”.
La contraparte inglesa del ACOG, el Colegio Real de Obstetras y Ginecólogos (RCOG), hizo un estudio de un alto alcance, en 201, ordenado desde el Parlamento Británico. “Parece que las conexiones entre la periferia y la corteza cerebral no están completas antes de la semana 24 de gestación, y tal como el grueso de los neurocientíficos opina sobre lo necesario de este vínculo para sentir dolor, es posible concluir que el feto no puede experimentar dolor en ningún sentido antes de esta etapa”.
La ciencia aún no ha sido capaz de explicar bien el desarrollo embrionario y mucho menos de generar una escala realista y objetiva del dolor. Las teorías aceptadas como conocimiento actualmente podrían ser refutadas en el futuro: se trata de una prueba muy evidente del carácter del conocimiento científico. La ciencia no adivina el futuro y mucho menos tiene la capacidad para elegir sobre cuestiones humanas complejas. Su rol es en crear planteamientos para tratar de explicar sobre todas las cosas que pasan en el mundo y en última instancia, añade respuestas que pueden funcionar para tomar decisiones informadas.