Nosotros teníamos una relación bastante establecida, llevábamos 5 años de relación y las cosas al parecer iban bien, tanto él como yo trabajábamos hasta tarde para poder ahorrar y comprar un departamento y casarnos.
Sin embargo, las últimas semanas antes de separarnos, él estaba diferente, ya no era muy comunicativo, siempre me decía que estaba cansado y ya no teníamos intimidad con frecuencia.
Traté de hablar mucho con él, pero o estaba muy saturada con el trabajo y dejaba las cosas pasar porque también me sentía cansada, pero a pesar de todo mi amor hacia él siempre se mantuvo intacto, busqué siempre la forma de mantener esa chispa, de vez en cuando salíamos a lugares diferentes para romper la rutina, pero lo sentía aún así lejano.
Un día llegué temprano del trabajo, la casa estaba muy desordenada y habría que hacer una limpieza, ordené primero mis cosas y luego las de él y para mi mala o buena suerte encontré una carta de una chica llamada Diana que le escribía:
«Sé que debes estar confundido y algo aturdido, pero quiero que sepas que las tardes que he pasado junto a ti han sido las mejores, sentir esa pasión y tu calor me han vuelto a sentir viva y espero que tú también sientas lo mismo, no quisiera que esto termine, espero puedas tomar una decisión pronto, porque me estoy comenzando a enamorar mucho de ti y no sé si debo quedarme o partir.»
Poco a poco comenzaron a caer las lágrimas en mis ojos de impotencia, de decepción, de rabia porque todos los planes juntos, la confianza que se había ganado había sido destruida en unos cuántos segundos.
Sabía que era el fin, ya no había marcha atrás, a pesar del todo el dolor que podía sentir, tenía que irme, alejarme.
Él llegó en la noche y no tuvo otra opción más que aceptar y callar, se sentía devastado, pero yo tenía que poner fin a esa historia…a pesar que me doliera el corazón, tuve que partir.