No sé si son solo ideas mías, pero creo que nos estamos volviendo cada vez más inexpertos en escoger a la persona correcta. Las personas se aferran más constantemente a esos amores no correspondidos, a los que lastiman y a los que van por el rumbo más opuesto posible. Es como si el hecho de alcanzar lo inalcanzable o lo que hiere, estuviese evolucionando en deporte y haciéndose de manera muy profesional.
Las personas deben dejar de entregarse a cualquier estrella fugaz y, por medio del desespero, gritarles “amor mío”, con la esperanza de que se queden para siempre. Hace falta, ver un poco más adentro.
Es la falta de reconocimiento de amor propia, la que nos impulsa a no escoger realmente bien, a la persona que queremos tener al lado el resto de nuestra vida. No podemos darnos el lujo de ir entregando el corazón y permitiendo que cualquiera lo patee como si se tratase de una lata vacía en medio de la calle.
El corazón se cansa de ser lastimados y pronto, comienza a deformar su ideal de lo que es el amor verdadero y las ganas de alcanzarlo. Porque sí, tendemos a crucificar a cupido como el peor de nuestros males, cuando no nos damos cuenta de que nuestro peor enemigo, ni siquiera son esas personas equivocadas, sino nuestra falta de elección sustentada en un amor propio, y no en el vacío del corazón, el cual buscamos con desespero llenar con amores ajenos.