Todas merecemos volver a sentir mariposas en el estómago y creer en cuentos de hadas donde los finales son realmente felices.
Merecemos ser queridas y que alguien se obsesione un poco de nuestra rara manera de hablar o sonreír.
Todas, sin excepción, merecemos a alguien que esté dispuesta a rescatarnos de un dragón, a abrirnos la puerta del taxy sin que lo pidamos o que nos diga lo hermosa que nos vemos sin que lo esperemos.
Merecemos a alguien que nos quiera sinceramente y que nos recuerde lo valiosa que somos.
¿Por qué? Porque todas tenemos el derecho a sentirnos amadas así como tenemos el derecho de enamorarnos una y todas las veces que sean necesarias para encontrar el amor de nuestra vida.
Todas y cada una de las mujeres tiene ese derecho. Pero… También, ellos lo merecen.
Ellos merecen una mujer que se preocupe por cómo estuvo su día. Que les tienda una mano sin pedirlo y que les haga sentir tan cómodos que la idea de abrir sus emociones no sea tan incomoda.
Ellos también merecen un abrazo y un beso de buenos días porque a veces se esfuerzan tanto que sencillamente nos sale del alma regalarles algo y hacerlos sentir queridos.
En realidad, todos, por igual, merecen ser amados, porque el amor no distingue género y se siente con la misma intensidad. Quizá, algunos amen mejor que otros, pero muy en el fondo, todos sienten esas llamas en el pecho que provocan pequeñas explosiones que nos hacen sentir que nos falta el aire.
Todos, por igual, tenemos el pleno derecho de sentirnos realmente amados y amar sin temor a ser lastimados.
¿Podemos reclamar ese derecho a diario? Sí, todas las veces que sea necesario y eso sin necesidad de caer en la pena de dar lástima.
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