Empecemos por lo básico: Ningún ser humano nace siendo igual que otro. Presuponer que todos los hombres o mujeres son iguales, refleja una profunda ignorancia en tu capacidad de entender y conocer a las demás personas.
Seguramente, después de decir esa frase, alguien te ha preguntado “¿Has estado con todos los hombres para suponer que todos son iguales?”. Una pregunta chocante y arrogante sin duda alguna, pero que no deja de ser una total verdad.
Veámoslo desde una perspectiva más filosófica. El “todo”, no existe. No hay plenitud absoluta, no hay un blanco pleno ni un negro completo. La vida se compone por matices, y tu capacidad de verlos y entrelazar tus emociones con los colores, va ligado con tu inteligencia emocional.
Una persona que supone que todos los hombres son iguales, es alguien de inteligencia emocional pobre. Dicha inteligencia, no solo permite controlar tus sentimientos y redirigirlos hacia algún bien, también te ayuda a reconocer las cualidades emocionales de las demás personas, siendo esto muy necesario para comprender, ¿Por qué cada persona es única y diferente? Incluso por encima de sus virtudes y defectos.
Finalmente, no demuestres lo corta que es tu capacidad de elección, tu falta de inteligencia emocional y tu frágil juicio ante la sociedad con este tipo de frases. Generalizar es la manera en que los cortos de mente, crean conceptos basados en malas experiencias.