Lo que te hace valiente en realidad, no es haber tocado fondo, sino haber estado allí y aun así, vivir para contarlo.
Tu valentía se mide por la cantidad de cosas que hayas aprendido una vez que tocaste fondo, porque la experiencia hace a las personas fuertes, las moldea y les da forma.
Es como el típico refrán de, “No importa cuántas veces caigas, lo importante es levantarse”. Pero poco sirve levantarse si en cada caída no aprendes algo, si en cada cicatriz no tomas nota.
Somos el resultado, no sólo de nuestras virtudes y defectos, somos el resultado de aquellos que nos destruyó, de la manera en cómo nos reconstruimos, y de cómo nuestro carácter se fue formando según nuestras buenas y malas experiencias.
Estas experiencias no sólo tienen que ver con el tema del amor, tienen que ver con todo. Porque un ser humano no es solamente un ser amante. Un ser humano es alguien que busca algo más, es alguien que anhela alcanzar la felicidad, y el amor, es solo uno de los componentes que nos impulsa a alcanzar dicha felicidad.
Pero no podemos decir que amamos si aún no hemos tocado fondo, si aún no sabemos cómo están compuestos los hilos que cosen y dan forma a este sentimiento, a este estado de plenitud humana.
Si no sabemos cómo son las dos caras de la moneda, entonces difícilmente podemos decir que sabemos amar, que sabemos vivir, y que estamos conscientes de que la felicidad es posible alcanzarla, sólo con valentía, y, dicha valentía, nace una vez que has tocado fondo.
Es ahí, en el lugar más oscuro de tu vida, donde sabes, qué tan valiente eres en realidad y qué tanta fuerza puede haber en ti para poder alcanzar lo que quieres en tu vida.