El asunto es así…
Hay que darle el anzuelo, a quien sabe pescar.
Basta ya de sumisión, de cariños forzados y sonrisas falsas.
Basta ya de la ciega aceptación. Del, “no irnos por lástima y miedo”, del “quizá mañana esto mejore”.
Quien te quiere de verdad, se esfuerza para que tú te sientas importante.
Porque no hay nada peor que estar con alguien, a quien no le hace ninguna diferencia tu presencia o ausencia.
Porque, cuando le importas se nota, pero cuando no, se nota aún más.
Que decidas hacer la vista gorda cuando alguien no se conmueve porque estés a su lado, es pura y sincera necedad.
Hay que tener el valor de decir adiós.
Hay que tener el valor de mandar al carajo los malos ratos, los maltratos, la indiferencia.
Hay que tener el valor, de reconocer nuestra propia dignidad como lo más puro y esencial de nuestras vidas.
Hay que tener el valor de renunciar a quien no le importas ni un poquito.
Así que, despídete de las caricias y sonrisas por mero compromiso.
Despídete de los besos sin ganas.
Despídete de los “te amo” vacíos.
Despídete del pasado, de las citas obligadas, del recordar fechas de aniversario solo para cumplir con la responsabilidad moral que eso supone.
Despídete del despertar cada mañana a su lado, y sentir de todas formas que dormiste sola.
Despídete de las relaciones íntimas sin ganas, de la falta de un hombre que te haga el amor de verdad.
Despídete de las conversaciones forzadas con los suegros que ni siquiera toleras.
Despídete de todo, y comienza a conocer a tu futuro. Porque si te quedas, si no renuncias ahora, te acostumbrarás a vivir en un sitio, donde eres realmente infeliz.