Empecé a buscar en otros ojos, la luz que tienen los tuyos.
Porque te vi pasar tan deprisa, que no me dio tiempo de guardarte en un lugar donde no tuvieses que irte.
El instante fue breve. 2 años para los mortales, un respiro para mis ganas de amarte.
Y es que te fuiste tan deprisa, que no me dio tiempo de darte todos los “te amo” que tenía en la repisa.
No fue tu culpa alejarte, fue mía por no motivarte a quedarte.
No fue tu culpa despedirte, fue mía por no saludarte.
Y aunque muchos digan que un par de años es suficiente.
Eso no es nada para cuando amas y te aferras con las uñas y con los dientes.
Si te hubiese pedido que te fueras, lo haría como José de la Serna. Te dijera que tardases 80 años yéndote, y que al final, cierres la puerta.
Que entre cada despedida me des un beso para que recordases, porqué te quedaste luego de 40 intentos de largarte.
Y para que veas que mi intención no es amarrarte, te doy 20 razones por minuto para que escojas, por cual quedarte.
Y sé que los números no son suficiente para que vuelvas, pero lo siento, solo busco una explicación científica para que no puedas refutar las razones por la cual puedes darte vuelta.
Meses después de que te fuiste, Te vi pasar, y otra vez el tiempo se detuvo.
Es particular tu capacidad para controlar mi vida, mi alma, mi mundo.
Quisiera decir que te vi pasar en la calle, en el andén del metro, o en el parque donde, para ser más que amigos, nos pusimos de acuerdo.
Pero la verdad es que te vi pasar ayer, te vi pasar hoy, te veré pasar mañana, porque siempre apareces en el recuerdo.