No saben cuán doloroso es conocer a ese que piensas que es el amor definitivo justo cuando ya tiene planes de vida que no piensa cambiar.
Vivir buscando a esa otra mitad de la que hablan las leyendas, a esa persona que está del otro lado de nuestro hilo rojo o del otro lado del río esperando a que le descubramos justo cuando ya se está yendo es uno de los sufrimientos más grandes que se puede llegar a experimentar.
Y es que crecemos pensando en que el “juntos para siempre” existe, y cuesta aceptar que cuando finalmente pensamos que lo encontramos es todo lo contrario a lo que soñamos.
No queremos dejarle ir pero sabemos que su felicidad reside en todo aquello que preparó antes de que nosotros llegáramos a su vida. Se lleva consigo la mitad de nuestro corazón, y le lloramos amargamente hasta casi secarnos, pues sabemos que nunca le volveremos a ver.
Es difícil luego abrirse a la posibilidad de enamorarse de alguien más cuando esto ocurre por el simple temor a sufrir de nuevo, y puede pasar el tiempo sin que nos percatemos de que este es un grave error. Uno de los precios a pagar cuando se ama es que en algún momento nos dolerá.
Nos enseñaron a amar sin medida pero no a aprender a lidiar con las despedidas. Nos enseñaron a que el verdadero amor estaría allí para abrazarnos hasta espantar el más grande de nuestros miedos pero nunca nos mostraron que podemos enamorarnos de alguien que no nos corresponderá.
¿Qué hacer entonces cuando una persona tiene metas, sueños y caminos distintos a los tuyos? Queda aceptar, con el tiempo, que no todo es como lo deseamos y que la fantasía de la perpetuidad agrava el problema.
Nadie está exento de pasar por esa situación, así que mejor vayamos preparándonos para entender que no estamos en un cuento de hadas y que por causas ajenas a nuestra voluntad muchas cosas pueden suceder.