La sociedad ha creado un concepto errado de lo que verdaderamente significa ser mujer, el machismo no deja de invadirnos, está presente todos los días y a cada momento. Si tienen que llamarte mala mujer por tener carácter y tomar tus propias decisiones sin importante el qué dirán, que lo hagan.
Sé una mala mujer, revélate, di lo que piensas y expresa lo que sientes, di “no” si no quieres hacer algo y acepta las propuestas que a ti mejor te parezcan. Para ser felices a veces hay que ser un poco “malas”. Ser Mejor publicó un artículo que te hará reflexionar sobre esta situación. Aquí lo compartimos contigo:
“Soy una mala mujer”
“Soy una mala mujer porque no me dejo, porque no me quiebro, porque me sacudo las lágrimas, me acomodo el escote y sigo para adelante, por eso soy una mala mujer, porque no nací sumisa, callada, quieta y frágil, sino soberbia, entrona y estridente, porque cuando llego se nota y cuando me voy se siente”. –Male Capetillo Cabrera
Quisiera decir que siempre me he podido describir así, que siempre he sido esa ¨mala¨ mujer y que siempre he tenido en mis manos el timón de mi vida. Sin embargo, hasta hace algún tiempo era otra. Una chica tan loca, movida por sus impulsos, tan espontánea e irracional, amante de los riesgos y la adrenalina, sin miedo a nada y viviendo la vida con alegría, creyente de que el amor siempre es y será el mejor motor, que no hay mejor estado de ánimo que el estar enamorada y que la verdadera felicidad te la da el ser amado. Pero entonces, un día inesperado todo cambió.
Dicen que de los errores se aprende y que uno viene a este mundo a equivocarse, sin embargo, comencé a equivocarme con mucha frecuencia y lo peor era que parecía no aprender de cada tropiezo. Comencé a amar a personas que no lo merecían, comencé a olvidarme de amarme a mí misma. Empecé a dar todo a manos llenas y a cambio sólo recibía falsas esperanzas, mismas que se esfumaban, inclusive llegué a conformarme con migajas. Tonta e ingenuamente siempre estuve ahí para aquellos que me necesitaban y cuando yo los necesité… se marcharon. Me entregué entera sin importar que conmigo se dieran a medias. Me esforcé por dar siempre la mejor versión de mí, por hacer de lo imposible lo posible y perdoné tantas veces que perdí la cuenta y en mi menor error, sólo fui juzgada.
Fui de las mujeres que se entregan completas, que saben amar como ya pocos merecen. Fui de las que conquistan con detalles, con tiernas palabras y dulces mensajes, de las que muestran preocupación e interés por el ser amado, de las que aunque la situación se ponga difícil no se hace a un lado. Esas que siempre están disponibles para el que aman, que lo anteponen hasta por encima de sí misma. De las que dan a manos llenas. De las que regalan sueños y sonrisas. Fui en algún momento, pero ahora ya no. ¿Qué me pasó? Dejé de creer en el amor, me rompieron una y otra vez el corazón. –Stepha Salcas
No puedo deducir en que momento me perdí, mis conquistas comenzaron a ser mal elegidas. Comencé a pensar en el pasado y aunque ya no tuviera nada nuevo que contarme u ofrecerme, volvía allí por alguna extraña razón. Y por más que me rompieran, continuaba creyendo en el amor, me entregaba aun con mis heridas abiertas y tontamente tal vez por miedo a la soledad o al qué dirán, comencé a aceptar amores pasajeros, de esos por los que no puedes dar más de un peso. Amores que al final de cuentas solo deseaban una cosa: mi cuerpo. Creí mentiras y perdone errores, errores tan graves que más me rasgaban el alma. Perdoné engaños y entre tanta estupidez, comencé a bajar la mirada y tragarme palabras, todo por el maldito temor a la soledad.
No culpo a nadie, las malas decisiones las fui tomando yo y con ellas cada vez me rasgué más el corazón. Y un día ya no pude más, me rompí completa, toqué fondo e hice trizas cada parte de mí ser. Me ahogué con mis propias lágrimas, escondí las sonrisas y tiré a la basura las esperanzas. Cada uno de mis sueños se esfumó, perdí el brillo de mi mirada y mi sonrisa simplemente se apagó.
Llegué a odiarme tanto como nunca había odiado a nadie, no podía creer cuántas veces me fallé, cuántas veces me decepcioné, cuántas veces me prometí y no me cumplí y cuántas veces dije que sería la última vez y no fue así. Y así fue como me convertí en otra mujer, una completamente distinta a la que fui. Mucho me costó levantarme pero finalmente me reconstruí. Dicen que me volví fría, insensible y seca, pero nadie sabe que hay detrás de mi nuevo yo y cuántas cicatrices llevo en el corazón. Me prometí no volver a llorar y ésta vez me lo he de cumplir. No me he de volver a fallar, no he de volver a sentir ninguna emoción, no he de abrir otra vez mi corazón.”
Fuente: What the girl