Como el buen vino, mientras más viejo más divino. La madurez ha hecho por mí cosas que ni teniendo 20 toda la vida podría alcanzar. Soy mejor, más honesta, más íntegra, siempre moderna y encantadora con una seguridad que no me puede arrebatar nadie.
Ahora a los 40 me siento más libre y menos sumisa a la vida. No tengo intenciones de pretender ser nada, no tengo que llenar los estándares de nadie ni sigo modas. Soy simplemente libre.
Y tengo malicia de la buena. Ya no me dejo engatusar por palabras bonitas por los anuncios publicitarios con falsas promesas. Ya sé decir no sin remordimientos, no necesito ceder ante nadie porque no estoy para agradar ni complacer a nadie que de antemano no quiera.
Tardé tiempo, pero aprendí a defenderme. Antes me quedaba callada cuando debía hablar y abría la boca justo cuando no debía. He aprendido prudencia, pero también me he sazonado en el ímpetu de tomar las batallas que de antemano sé que puedo tomar.
La madurez me ha enseñado inventiva, sé que muchos problemas tienen más de una solución y me siento a meditar siempre que puedo de forma creativa. La madurez me enseñó a respetar porque nunca quise ser de esas señoras que mientras ganan edad exigen más respeto pero a cambio no dan más que insolencia. Soy tolerante y compasiva, no necesito imponer mi voz sobre otros.
Nada es exacto y nuestros principios tampoco serán los mismos durante toda la vida. He aprendido a apreciar el cambio, a cerrar los ciclos y a no arrastrar mi pasado. Me acepto en cada etapa de mi vida, los errores que he tenido me han motivado a ser una mejor versión de mi misma y por eso atesoro esas enseñanzas.
Ahora me empiezan a doler las caderas, el cuello o las rodillas. Siempre hay algo que me hace sentir agotada. Evidentemente este cuerpo me recuerda que ya han pasado algunos años, pero no me he dejado abrumar por eso, al contrario, respiro profundo y dijo ¡ahora más que nunca es mi momento!
Cuando miro atrás me doy cuenta que no empeoré, no he hecho en toda mi vida más que mejorar. Me he deshecho de tonterías que creía y soy un poco más sabia. Tampoco soy un gurú, pero bajo mi propia perspectiva, vaya que he cambiado para mejor.
Ahora más que nunca mi familia cuenta conmigo y cree en mí. Cree que soy autosuficiente para todos los problemas, me tienen una fe asombrosa. Yo mientras tanto me apoyo en lo bueno que ellos dicen de mí.
Ahora que tengo 40, miro más el interior de las personas. Antes me dejaba llevar por muchas percepciones bobas, ahora soy una persona reflexiva, nunca juzgo a la primera, ni lo bueno ni lo malo. Vendrán los 50 y los 60 si la vida lo permite, pero en lo que llevo de este camino, es asombroso ver cuánto he aprendido y cuánto he crecido. ¡Gracias!