Mucha gente me ve caminando sola por las calles, en el centro comercial, en el cine o en otros sitios públicos y me miran con una cara de piedad que, la verdad, no puedo entender. Lo cierto es que se apiadan de mí porque me ven sola, sin compañía, únicamente con mi sombra y mis trapos a cuestas, ¡Ay! Si supieran lo feliz que me siento, si supieran lo mucho que me fascina.
¿Sufrir por un amor no correspondido? ¿Sufrir por un hombre que no hace más que darme razones para estar triste? No, amiga, qué va, eso no va conmigo. Soy privilegiada porque no le rindo cuentas a nadie. Salgo con quien quiero, cuando quiero y por la razón que sea. No soy prisionera de las convenciones ni debo dejar de ser yo por estar atada a un hombre.
El día de San Valentin pasó de ser un día mono a convertirse en una oportunidad para conocer a un chico diferente. Mientras tú estás atada a esa relación que tanto te hace sufrir, yo puedo salir con los hombres que quiera, y si alguno deja de cumplir con mis expectativas, simplemente lo rechazo y ya.
No tengo tiempo para celópatas, no tengo tiempo para controladores, no tengo tiempo para inseguros, no tengo tiempo para perder el tiempo. Mi energía, a partir de ahora, se gasta en llevar a cabo mis proyectos, compartir mucho más con mis adoradas amigas y dedicarle tiempo justo y necesario a mi familia. ¿Cómo podría menos feliz con esta libertad que jamás había sentido?
Así que antes de apiadarte de mí porque estoy sola en la calle, ponte por un instante en tus propios zapatos y piensa: ¿Realmente soy feliz con este ser a mi lado? Porque yo sí lo soy siendo soltera, me fascina y no lo cambiaría por nada ni nadie.