Y es que, no toda las sonrisas reflejas alegrías, ni todas las lágrimas son por tristeza. Podemos ser feliz sin mostrar los dientes y podemos estar rotos sin botar una lágrimas.
Los verdaderos sentimientos suelen ser ocultos, pues el verdadero sufrimiento se padece en silencio y los grandes placeres suelen guardarse para uno mismo, como un secreto. Tenemos miedo de que el mundo sepa qué es lo que sentimos o queremos y es por la obvia razón de que, quizá, algunas de esas personas se aprovechen de conocer nuestras emociones para así usarlas en nuestra contra.
Porque ya no parece tan descabellada la idea de que entre las ovejas se ocultan los lobos y que es difícil verles. No es hasta que muestran los dientes que sabemos quienes son. Estos lobos se alimentan del dolor ajeno y nuestra mejor defensa es una sonrisa falsa que oculte lo roto que tenemos el corazón.
Por ello, es de astutos ocultar el dolor, pero teniendo en cuenta que, aunque no lo saquemos fuera estando en público, en silencio batallamos con la razón para superarlo, teniendo siempre en cuenta, que se puede ganar.
Así que, sonríe aunque te sientas mal.
Sonríe incluso cuando no tengas motivo.
Sonríe y muestrale al mundo que eres lo suficientemente fuerte como para mantener la alegría en tu cara mientras tu corazón llora.