“Al primer amor se le quiere más, a los otros se les quiere mejor”
— Antoine de Saint-Exúpery
Este es el amor joven, el amor de locura, el que viene cargado de lágrimas como si se tratase de una oferta especial. Es el amor de cuentos de hadas que, muy fielmente, creemos que durará para siempre.
Es el amor que, en muchas ocasiones, sentimos que va perfecto según los ideales de la sociedad o, todo lo contrario; que reta a cada persona que conozcas y que debe confrontar los más empinados obstáculos.
En definitiva, es un amor de extremos. Es el amor que nos abre los ojos a una nueva sensación. Comenzamos a comprender qué es eso de lo que la gente habla, sobre el tema de sentir mariposas en el estómago.
Su razón de ser es muy simple en realidad, demostrarnos qué se siente amar y ser amado. No digo que este amor acabe siempre. Afortunados y escasos son los casos en que la gente se enamora una vez en su vida y dura con esa persona para siempre. Pero lo más habitual es que, por la inexperiencia, termine acabando siendo un desastre.
El segundo amor o, amor del medio como yo lo llamo, es el más difícil. En el primero aprendimos acerca de sensaciones, a comprender qué se siente amar y ser amados, pero en el segundo nos damos a la tarea de entender las partes dolorosas que tiene el amar de verdad.
A veces, el primer amor ni siquiera se considera “amor” de verdad, precisamente por la inexperiencia. Este segundo amor, nos da la oportunidad de entrar a una relación sabiendo ya, lo que debemos hacer y lo que deberíamos recibir. Es el amor de las lecciones.
Es acá donde solemos enfrentar dolores, manipulaciones y mentiras. Es el más propenso a volverse un amor tóxico, pues entramos suponiendo que, al ya saber de qué va esto de amar, no nos rendiremos tan fácil y el que se acabe la relación, se vuelve una posibilidad muy remota. El fin último de este tipo de amor, es que maduremos nuestro carácter emocional, enfrentando los dramas y tormentos que suelen aparecer en esta segunda ronda.
Cuando salimos del segundo amor, solemos creer que más nunca volveremos a querer a alguien, que eso del amor no es para nosotros, pero, sucede. La magia vuelve a surgir y una tercera oportunidad, parece presentarse en tu vida.
Duramos mucho antes de entregarnos a este amor, y eso es porque tememos a ser lastimados de nuevo. Por ello, nos tomamos el tiempo de conocer bien a la pareja, no nos entregamos por completo tan rápido y nos exigimos a nosotros, esperar un poco más, dejar que las cosas fluyan y tratar de llevar las cosas con calma, porque sabemos que, de la premura, nada bueno queda.
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De este amor no se espera nada, ni siquiera que funcione. Es un amor atado a duda pero que, con paciencia, va mostrándose valioso, importante y sólido. Por ello, la mayoría de los últimos amores son los terceros, después de este, solo se dificulta más y más el proceso de enamoramiento.
Pero con cada amor que pasa, nuestra capacidad de elección se agudiza, escogemos mejor y, consecuentemente, amamos mejor.
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