La soledad es el templo del alma. En él, el espíritu se perfecciona. Uno aprende de sí mismo y de sus propios límites y aprovecha cada acción de su vida sin rendirle cuentas a nadie.
Toda acción está regida por leyes, claro está, y hasta la libertad tiene sus límites, pero cuando tenemos a alguien al lado a quien sentimos más como una jueza que como una pareja, entonces tenemos un problema.
La sensación de libertad no debe reducirse nunca por quien tengamos a nuestro lado. Siempre debemos ser nosotros mismos ante cualquier escenario.
Si nuestra conducta dependiese entonces del gusto ajenos ¿En qué nos estaríamos convirtiendo? La perdida de la libertad en una relación es más común de lo que uno imagina.
Las personas son analfabetas emocionales y requieren, fuertemente, un llamado a la atención para que aprendan a valorar su estado de soledad, porque, incluso cuando tenemos a alguien a nuestro lado, lo necesitamos.
Debemos velar por ese individualismo sin caer en el libertinaje y entender que, si necesitamos de alguien para no sentirnos solos, hay un problema con nuestra valoración del yo interno.
Si alguien decide hacer una vida a tu lado, ese alguien debe estar consciente que tus acciones siempre han seguido un rumbo, el cual es el cumplir tus propias necesidades.
No digo que seamos egoístas, digo que no podemos empezar a tomar decisiones solo por tener la aprobación ajena.
Finalmente, recuerda que, solo quien es capaz de encontrar la dicha plena en soledad, es capaz de conseguirla en compañía.
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