La sabiduría se mide, no sólo por la cantidad de victorias obtenidas, sino también, por la cantidad de errores aceptados, superados y, sobre todo, por la experiencia adquirida en ellos.
La palabra experiencia es sinónimo de inteligencia y sabiduría desde siempre. Es sabía la persona que reúne experiencias y éstas, no necesariamente están ligadas con la edad.
Una persona de 30 años puede ser más sabia que una de 50. Sólo es cosa de qué tanto se ha aprendido de los propios errores.
Fallar, es común cuando intentamos alcanzar una meta. La vida se construye a base de intentos fallidos y, de entre todos ellos surgen los pequeños éxitos que le dan sentido a nuestro esfuerzo. Es de ahí que surge la gratificante sensación de alcanzar una meta.
Se disfruta más la victoria que se alcanzó luego de un largo y doloroso camino, que la victoria que sólo necesitó dos pasos para obtenerse. La vida se compone tanto de cortos como de largos recorridos, pero son los largos los que nos dejan algo que reflexionar, pues en ellos, hubo mayores caídas, y quien no cae, nunca sabrá cómo está construido el suelo por donde camina.
El sabio, no sólo reconoce el lugar a donde van sus pies, sino que comprende la manera en que cada piedra, adoquín, rama y huella de otros viajeros, forman parte del mismo camino que ahora tú recorres, con el fin de llegar, a donde otros, o quizá, nadie ha llegado.