Cuando se fue, esa persona se llevó un pedazo de ti, un trozo de alma que no volverá a ser tuyo. Jamás dejarás de recordarle, aunque el sentimiento muera y con él, las ganas de volver a su lado. Sin embargo, mientras ese sentimiento siga vivo, lo extrañamos y por orgullo nos cuesta reconocerlo, aceptarlo y lidiar con ello.
Lo extrañas, porque cuando lees las viejas conversaciones que tuviste con él por teléfono, te da esa sensación de añoranza y no puede evitar que la nostalgia te invada.
Lo extrañas, porque aún frecuentas los lugares en los que coincidías con la esperanza de que, solo por casualidad, aparezca de nuevo y puedas regalarle una mirada fija en la que él te diga te extraño solo con sus ojos y tu respondas con un “te quiero de vuelta” de la misma manera.
Lo extrañas, porque sabes que siempre estuvo presente en los momentos más vulnerables y no solo en tus momentos de alegría… Sí, lo extrañas de manera absurda y aún te cuesta aceptar que ya esa persona no te corresponde.
Lo extrañas, porque aún esperas antes de dormir un mensaje de buenas noches, de esos que te enviaba de manera tan espontanea y dulce. Lo extrañas porque nadie te hizo sentir como él luego de una separación.
Lo extrañas porque aún duermes con el suéter que él te regaló, solo porque conservar su olor en tu memoria.
Lo extrañas, porque a pesar de que no esté contigo, deseas que sea feliz porque si lo es, tú también lo eres. Lo extrañas, porque esa versión de la que te enamoraste, aún permanece viva y te das cuenta de que no es solo una idea que duró hasta el inicio.
Lo extrañas, a pesar de que digas que no por orgullo.
Quizá, el día de mañana el camino de ambos se cruce de nuevo. Quizá no sepas que decir y el tampoco pero hablarán las miradas y quizá, solo quizá, eso sea suficiente para darse una nueva oportunidad, para no extrañar más, para volver a lo que un día fueron, y olvidar aquello que provocó el fin de esa historia que te niegas a olvidar.