¿A quién no le ha pasado que, cuando todo va súper bien en su relación, repentinamente la pareja le pide un tiempo? ¿Cómo has reaccionado? ¿Qué has hecho para manejar tus emociones? Todo esto forma parte de la existencia de todos los seres. Nuestra cultura occidental nos ha enseñado a apegarnos a nuestra realidad como si todo fuera permanente pero no hay algo más erróneo que eso.
La vida es impermanente en su esencia. Las modas cambian, la cultura cambia, las personas envejecen, las relaciones terminan y nacen otras, gente nace y gente muere, en fin, es un ciclo continuo sin final donde nada es fijo, es decir, nada prevalece, todo cambia.
Cuando abrazamos la impermanencia en nuestras vidas, gran parte de nuestros problemas se solucionan. Dejamos de apegarnos a la riqueza, a las relaciones de pareja, al trabajo, al aspecto de nuestro cuerpo, en fin, empezamos a aceptar los cambios y a celebrarlos como algo totalmente natural y espontáneo.
Entonces, si todo cambia, entonces nuestra relación de pareja también. Si ayer le amaste con locura y sentiste de todo por esa persona, puede que hoy en día ya no sea así. Lo mismo puede ocurrirle a tu pareja. Así que no hay que amargarse la vida aferrándonos a algo que jamás fue nuestro: estuvo por el tiempo que debió estar y listo, pero no es nuestra propiedad.
Lo único infinito e indestructible es el amor y lo vemos en todo lo que nos rodea. Si ese amor es inmenso e inconmensurable, ¿Por qué no seguir amando incluso después de una ruptura? ¿Por qué no desapegarse y permitir a ese ser que siga su camino en paz y logre la felicidad? No es tan difícil pero hay que cambiar los paradigmas.
Una vez que entendamos esto, nuestra felicidad y la del resto de los seres está totalmente garantizada. El sufrimiento es opcional y voluntario en nuestra vida; si nos apegamos, adolecemos, lo contrario sucede si nos desapegamos. Así que no esperes más y únete a esta filosofía y nos cuentas qué tal te va, ¿Vale?