Lo peor que puedes hacerle a alguien, es abrirle la puerta de las emociones, sin intenciones de recibir la visita. No le enamores, es una regla simple de respeto y honor, un par de valores que se perdieron, al parecer, hace cientos de años. Pero ¿Qué cuesta rescatarlos?
El valor que se tiene sobre las demás personas, parece ir desgastándose, no porque las personas valgan menos que antes, sino porque la sociedad, se sumerge cada día más, en un sucio egoísmo disfrazado de individualismo.
No está mal quererse, poner el amor propio por encima del resto, de hecho, eso debería ser lo correcto. Lo malo está, cuando no reconocemos, que la otra persona, también posee dignidad, emociones y que jugar con sus sentimientos no solo es una falta de respeto y consideración, sino que también disminuye nuestro propio valor como seres humanos.
Merecemos a alguien que quiera hacernos felices de manera honesta, no a quien solo se preocupe por nosotros cuando cometa un error o nos veamos tentados a irnos de su lado. Ciertamente, el enamoramiento es un proceso de entrada, es decir, es lo primero que se siente antes de pasar al “amor”, y es acá, en este proceso inicial, que los sentimientos están a flor de piel, las emociones nos hacen susceptibles y la mayoría de las decisiones que tomemos y que la otra persona elija, afectarán no solo la relación, sino nuestra percepción general del amor.
Finalmente, recuerda que no está mal rechazar a alguien. Si no te interesa esa persona, entonces, no le des cuerda. No ofrezcas posibles futuros donde no existe un remoto presente. Ten el valor para decir, “No quiero” a tiempo, y evita destruir el corazón de alguien, que quizá, te vea a ti como la persona más maravillosa del mundo. No dañes su concepto del amor, nadie merece vivir en una mentira por mero capricho, egoísmo y cobardía de otra persona.