SI NO LEES, NO SABES ESCRIBIR, Y SI NO SABES ESCRIBIR, NO SABES PENSAR

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El día de hoy todos escriben, todos desean expresar sus sentimientos y creencias, mas, ¿quién lee? En cierta manera la lectura es una actividad superior a la escritura; solo podemos redactar con el lenguaje que hemos adquirido leyendo. La lectura es la materia prima de la escritura y la posibilidad de crear una obra que tenga belleza y profundidad o bien sencillamente claridad, se fundamenta en las lecturas que hemos hecho y lo que hemos aprendido de otros autores (sus palabras se vuelven las nuestras, se mezclan con nuestros pensamientos y experiencias). De esta manera se destila la escritura, como una refinación del pensamiento no solo personal, sino más bien del tiempo mismo.

Para bastantes personas es más atrayente redactar, tiene más glamur –algo que tal vez se deba a la inmadurez y al egoísmo–, mas grandes escritores nos afirman que la dicha realmente está en la lectura. Borges es en especial fértil en este sentido: «la dicha, cuando eres lector, es usual». Y la célebre: «Que otros se vanaglorien de las páginas que han escrito; me complacen las que he leído».

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Hay una oración concluyentes, que si no mal recuerdo es de Juan José Arreola, «Si no lees, no sabes redactar. Si no sabes redactar no sabes meditar». Una sencillez aforística que he de ser el fruto de la tarea intelectual de un buen lector.

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Edmund Husserl escribe en su Lógica formal y Lógica trascendental: «El pensamiento siempre y en todo momento se hace en el lenguaje y está plenamente ligado a la palabra. Meditar, de forma diferente a otras modalidades de la conciencia, es siempre y en toda circunstancia lingüístico, siempre y en toda circunstancia un empleo del lenguaje». Conque si no tenemos palabras, si no tenemos lecturas en nuestra memoria que enriquezcan nuestro lenguaje, nuestro pensamiento va a ser muy pobre. Las personas aceptan no ser buenos lectores, mas si se les afirma que no saben meditar, esto hiere su orgullo y, no obstante, una condiciona a la otra. De este modo, la lectura es una herramienta de desarrollo esencial. Y donde mejor se desenvuelve esta herramienta es en los libros, no en los pequeños artículos que dominan la circulación de la Web; el encuentro con el lenguaje merece un espacio de concentración –el medio es asimismo el mensaje–, un encuentro a fondo con la psique de un autor que puede haber fallecido hace cientos y cientos de años mas que vive, por lo menos meméticamente, en el texto que se transvasa a nuestra psique.

Podemos asimismo preguntarnos si existe o bien no la conciencia sin el lenguaje. Si bien una primera lectura de las filosofías de la India parecería señalar que para los pensadores que nos dieron el yoga y la meditación, la conciencia existe alén del pensamiento lingüístico (que es, en verdad, todo cuanto existe), como ocurre en los estados de absorción meditativa (jñanas), asimismo se debe apreciar que en el hinduismo el cosmos es generado desde la letra A del sánscrito, de la que asimismo se deriva la sílaba autora OM. Más tarde, en el budismo tibetano la letra A del abecedario tibetano (similar a la A del sánscrito) es asimismo considerada una suerte de fuente galáctica creativa, y se representa como manando los 5 elementos en un thigle (bindu en sánscrito).

Tenemos naturalmente la cábala, donde el cosmos entero es lo que se genera cuando se pronuncian los nombres divinos; la letra Aleph, tiene suprema relevancia (como exploró Borges en su cuento, donde el Aleph es justamente como una suerte de thigle o bien punto donde se halla la totalidad del cosmos). No obstante, el planeta es creado con la letra Bet, con la palabra Bereshit, que David Chaim Smith traduce no como comienzo, sino más bien algo como «inicialidad» (beginingness), para indicar la perseverancia de la creación, un acto perenne que no ocurre anteriormente, sino más bien en el presente. En definitiva, el planeta se crea con la palabra y esto es de esta manera no solo en una visión esotérica o bien religiosa de la realidad, lo es en nuestra vida cotidiana: solo alcanzamos a distinguir las formas cuando tenemos los nombres.

De cualquier forma está claro que la lectura como surtidor de las palabras que animan nuestra conciencia es un aspecto esencial de lo que es un humano que piensa el planeta. Podemos existir sin meditar, y en ocasiones el pensamiento se transforma en un estruendos que enferma la psique, mas en el pensamiento, con el poder de la palabra, tenemos una potencia divina. Como escribió Hölderlin:

No obstante, nos compete, bajo la tormenta de Dios,
Oh versistas, erguidos y con la cabeza descubierta,
Agarrar con nuestras manos el rayo de luz del Padre,
Y pasar, envuelto en canción, ese regalo divino a la gente.

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