Cada mañana una flor se levanta, sacude el roció de sus pétalos y se abre dispuesta a resplandecer para sí misma, engalanando la vista de todo aquel que le mira: eres tú, mujer encantadora, más valiosa que las reservas mundiales diamantes. Sólo tú tienes la capacidad para amarte y protegerte como nadie.
Sin importar la edad que tengas, ni tu color de piel, ni tus condiciones socioeconómicas, tu vida es más importante que todo eso. Llegaste a este lugar para ser feliz e irradiar felicidad a otros, a cada momento y en cada lugar, porque eres hechura de la sabiduría del universo.
Aunque te encuentres en dificultad, aunque te hayan roto el corazón, aunque alguien haya traicionado tu confianza, esa que le diste a manos abiertas y sin pedir algo a cambio, de ninguna manera vales menos que los demás.
Hay veces en que la vida no le da la talla a tu hermosura y te obligará a transitar caminos pedregosos, llenos de espinas que pareciera nunca dejarán de rasgar tus piernas y agotar tu tesón. Pero piénsalo: no son más que pruebas para hacerte más fuerte, para que demuestres de qué estás hecha y recuerdes todo el esfuerzo que te ha costado llegar hasta donde hoy estás.
Sé que en algunos momentos, a pesar de todo lo que yo te haya dicho, has sentido que tu luz se ha apagado, se ha vuelto más opaca. Sé que has pasado por mucho y a veces sólo quieres tirar la toalla para al menos descansar un minuto de tanto ajetreo. Si necesitas tomarte un momento pues hazlo, pero nunca dejes que tu luz se vuelva tenue porque corre el riesgo de apagarse para siempre: planea un viaje contigo y nadie más, ponte tu outfit más guapo y ve a una pista de baile a soltar todo lo que ahora te pesa.
Hoy es tu día, y mañana te repetiré lo mismo, y no me detendré aunque el último de tus pétalos caiga pues sé que habrás pasado a ese otro plano que poco conocemos, pero sigues latiendo en la vida misma en una frecuencia de otras dimensiones.