Es lógica simple, y no es un asunto de pertenencia. Cuando algo está hecho para ti, tarde o temprano, llega. No te voy a pintar un mundo de colores, en este asunto del amor, los errores salen caros, y si no aceptamos que algunas cosas deben esperarse, más temprano que tarde, nos daremos cuenta de cuan solo nos hemos quedado, por andar detrás de amores fugaces, sin percatarnos que, quizá muy cerca, había una luna esperando a llamar nuestra atención.
Cuando alguien es realmente para nosotros, no existirá esa necesidad de súplica, de rogar que se quede y de ir tras él como un perro que persigue una pelota. No, quien es realmente para nosotros, se queda sin que se le pida, sin que haya la necesidad del ruego.
Porque, así como lo que es para nosotros, tarde o temprano llega, justo así, llegaremos a la vida de otra persona que también estuvo esperándonos, y se preguntarán ¿Dónde carajos estuviste todo este tiempo? Y la respuesta será:
Esperando por ti. Dándole forma a lo que soy. Amando otras personas que me fueron moldeando y que, el día de hoy, son la base de lo que te ofrezco, de esta versión de mí que, espero, sea la indicada porque todo este tiempo, todos estos amores equívocos y todas las decepciones, tienen que tener un resultado positivo al final, y ese resultado, eres tú, soy yo y es este momento donde nos conocemos.
El universo mueve sus hilos de manera extraña. Es difícil estar conforme con la manera en que están compuestas las costuras, pero es algo que escapa de nuestras manos y hay que aceptar que, a veces, la mejor manera de alcanzar lo que anhelamos, es esperando.