Seguramente alguna vez has escuchado a alguna amiga o amigo o incluso tú misma has dicho: “No puedo vivir sin ti”. Se ha vuelto tan usual escuchar o decir esto que se ha perdido la noción del trasfondo de lo que puede guardar esa simple frase: una fuerte declaración de dependencia.
Frases como “media naranja”, o “yo sin ti no soy nada” nos muestra, albergan a este gran enemigo: la dependencia. Este gran enemigo que la sociedad y los medios de comunicación hacen ensalzar día a día. Precisamente en esos mensajes el amor pierde su sentido para transformarse en una lucha silenciosa que, poco a poco, termina por destruir la relación. Nunca conduce a algo bueno.
Necesidad de controlar y ser controlado: síntoma de dependencia
Viven pendientes de sus teléfonos para ver en qué momento la pareja se conecta; y, si lo hace, pero no saluda de inmediato, empiezan las dudas, los miedos, la rabia, las conjeturas. Mientras tanto, ella o él no pueden atenderte porque se encuentran en medio de una reunión, en clase, etc. También cabe la posibilidad de que en ese momento no quieran, algo que no es un indicador de que te quieran menos.La relación termina mal cuando hay estos síntomas. Y peor aún las redes sociales se convierten en espacios para los malos entendidos tanto para temas de celos como para calcular cuánto te quiere una persona. “¿Qué te pasa, es que ya ni siquiera sientes celos? ¿Te tiene sin cuidado con quién estoy?” Al parecer se peca por omisión. Entonces el amor, en vez de ser aprovechado para crecer juntos, muestra una de sus peores caras y pone al descubierto la inseguridad.
Manipulación y dependencia
Hay que salvar la relación cueste lo que cueste. No interesa que el dolor se multiplique. Lo único que vale es no permitir, por ningún motivo, que aquella persona se aleje y terminemos a la deriva.
Ya no comemos, ni dormimos. Se bajan nuestras defensas y nos enfermamos. En ese momento echamos mano de la manipulación. Ella o él son los culpables de la desgracia. Si se va ya no tiene sentido luchar, “te necesito a mi lado porque no soy nada sin ti”.
La pareja se siente presionada y hasta culpable por la situación. Aunque ya no ame, de todas formas se queda. No quiere cargar toda la vida con la responsabilidad si le causa un grave daño a la otra persona. No se lo perdonaría. A estas alturas ya no podemos hablar de amor. Si bien la relación se mantiene, ahora se ha trasformado en una fuente de dolor.
Depende de ti romper con esa tortura. Ámate, quiérete y prioriza tu libertad ante todo.
Fuente: La mente es maravillosa