¿Cuántas personas no conocen que opinan como si lo supieran absolutamente todo cuando, en realidad, no es así? ¿Cuánto estigma ha recaído sobre las personas que sufren de ansiedad y depresión? Estos opinadores de oficio les catalogan de débiles y blandengues cuando realmente son todo lo contrario.
Los que hemos sido víctimas de estos trastornos emocionales sabemos bastante bien que, muchas veces, cuando aparecen es porque hemos sido sumamente fuertes por largo rato. Porque es difícil sostener la tenacidad cuando se quiere alcanzar una meta lejana o cuando se quiere salir adelante pese a las inmensas adversidades que se presentan. Nosotros, más que nadie, sabemos lo agotador que puede ser sostener una imagen de fortaleza cuando sientes lo contrario.
Queremos mostrar que somos fuertes e imbatibles, queremos que vean que nuestro temple es indomable y somos indestructibles ante cualquier calamidad, pero a la larga nos quebramos por dentro, nos desmoronamos, y ahí es cuando caemos en uno de estos trastornos que nos hacen parecer débiles, pero realmente no es así.
Cuando veas a una persona en este estado, no le juzgues erróneamente como harían los muchos; en vez de eso, brindale tu mano amiga y enséñale que no hay nada de malo en mostrar tu lado vulnerable de vez en cuando, y que no hay nada de glorioso en parecer fuerte todo el tiempo porque eso desgasta a la larga.
Enséñale a esa persona que es posible aliviarse la carga por un momento y dejar la dureza consigo mismos, y verás cómo ese ser renacerá de sus cenizas con más fuerza y determinación que nunca para lograr sus objetivos.