Es parte de la vida detenernos un momento a recordar aquellos momentos que deseamos se repitan porque fuimos sumamente dichosos, tal vez más que ahora, o porque pasamos tan malos momentos que es inevitable que se den un paseo por nuestra cabeza y nos lleven a sentir dolor.
Nuestro pasado está lleno de una gama variada de eventos en los que confluyeron tanto tristezas como alegrías, así como amarguras y pare usted de contar, incluso llegando a sentir más de una de estas emociones a la vez. De todas estas experiencias, almacenamos en nuestra memoria aquellas que más impacto nos causaron.
Cuando nos sentimos melancólicos o nostálgicos, podemos llegar a experimentar desde la más terrible de las tristezas hasta la más apacible sonrisa, siempre en función de la manera en que consideremos nuestro pasado. Dependiendo de estas reacciones, podemos considerar cuatro formas de nostalgia:
- Lamento por lo vivido
Ocurre cuando nos la pasamos comparando el pasado con el presente, pensando en que el ayer es mucho mejor que el hoy. Recordamos nuestro primer amor, por ejemplo, considerando que los que vinieron después no fueron tan buenos, incluso si tienes uno justo ahora.
La calma sólo se encuentra al volver a los recuerdos más felices, sólo para terminar golpeándonos con una realidad en la que no se repetirán. Es entonces que recordar no es lo malo en sí sino la manera en que lo interpretamos: si en vez de lamentarnos por ello nos sentimos agradecidos por todas las oportunidades maravillosas que tuvimos, estaremos mejor.
- Evocación eterna del pasado
En este caso vivimos sumidos en el pasado como si no hubiese otra manera de experimentar la realidad. En nuestras conversaciones es muy frecuente que evoquemos lo bueno que nos pasó de manera que nada es más importante que eso.
Se trata de una manera sistemática e inconsciente de evitar lidiar con la realidad, pues uno se encuentra insatisfecho con la misma. Es así que vivimos congelados en el tiempo, siempre inconformes con todo lo que nos pasa, en riesgo de caer en una depresión.
- Vuelta al yo anterior
Regresar mentalmente a casa es lo que caracteriza a este tipo de nostalgia. Es allí donde encontramos nuestra máxima zona de confort: recordar nuestra niñez, las calles donde jugábamos, los vecinos, nuestros primeros amigos y todo el paisaje que transitábamos a diario nos conecta con una sensación de bienestar que no se compara con nada. Los sentimientos de familiaridad afloran y es por esto que muchas personas cuando se retiran por vejez deciden volver a un lugar tranquilo, tal vez al vecindario donde crecieron o a uno parecido.
- Melancolía impersonal
Es básicamente anhelar un mundo imaginario, previo a nuestro nacimiento. Está marcado por la frase “todo era mejor antes” pero no con respecto a experiencias personales sino al mundo en general. Quienes padecen de ella normalmente están signados por experiencias desagradables en la infancia temprana.