Personas, seres temporales. Nuestra permanencia en ciertos lugares parece acabarse antes de tiempo. En palabras más sencillas, no debemos quedarnos donde ya no hacemos falta.
Cuando esas personas que solían quererte, comienzan a tratarte con indiferencia, es inevitable sentir el peso del estorbo dentro de ti. ¡Qué feo suena eso! Pero no quiero adornar las palabras. Cada ser humano ocupa un espacio en la vida del otro.
Dependiendo de si eres útil o das algún beneficio, tu presencia será valiosa, y dicha ley no puede quebrantarse, o ¿Acaso has visto que alguien que no aporta nada bueno a la vida de otro, haga falta? No me malinterpretes, no hablo de si puedes dar un beneficio económico, placer, o algo por el estilo. Hablo, de que si tú como persona, no tienes algo dentro de ti que pueda interesarle al otro, entonces, llega el momento de partir.
PERO MUCHO OJO… El hecho de que, para una persona, no sea valiosa tu presencia, no significa que tú, no tengas dignidad y no valgas una maravilla. Lo haces, tienes tu dignidad, y cada pedazo de tu cuerpo y espíritu, debe respetarse. Lo que debemos aceptar, es que a veces, escogemos personas a las que les gusta ser ciegos, prefieren hacer la vista gorda, porque cuando les das un poquito de lo que ellos pedían, parecen perder el interés. Se sienten confiados de que siempre estarás ahí para hacerlo solo cuando a ello se les antoje.
Pues que se jodan, uno no es un saco de verduras. Uno no puede servir solo cuando al otro le plazca. Es momento de empezar a movernos de esos lugares donde nuestra presencia no se valora, es momento de regalar ausencia a quienes no supieron cuidar de tu maravillosa estadía. Que nadie te compre con esos “para siempre” que duran semanas, porque tu tiempo transcurre, y no puedes malgastarlo en gente que es ciega por elección.