No me importa lo que la gente diga porque lo que realmente me interesa es lo que siento cuando estoy contigo. Y es que me haces sentir feliz, renovada, con nuevas fuerzas para enfrentar la vida y seguir adelante. Que se queden bien lejos los envidiosos que no pueden entender nuestro amor. Les guste o no, al final, somos amantes dispuestos a vivir en pecado.
¿Me da remordimiento ser tu amante? No siento la más mínima culpa al respecto. La verdad, no me incomoda que siempre vuelvas a la casa con ella, con tu esposa. Ella puede ser la mujer de tu vida, la madre de tus hijos, la que te limpia la casa y mantiene en orden tu hogar, pero yo soy la dueña de tu corazón.
¿Quién puede negarlo? Me perteneces totalmente. Yo soy el agua que apaga el fuego de tu fuerza sexual. Yo soy el abrigo para tus momentos de amor y ternura. En fin, yo soy tu dueña, y eres sólo mío, así no quieras aceptarlo. Podré no tenerte todas las noches, pero te he dejado mi marca grabada en la piel.
Muchas personas me preguntan por qué lo hago, qué es lo que me motiva, además de tenerte a mi lado. Yo les respondo que es la tentación de tenerte a escondidas, del juego que implica mantener el secreto de nuestro amor. La adrenalina de ser atrapados me emociona y me excita. Muchos podrán no comprenderme, pero no tengo más razón que esta para retenerte.
Al final, lo que realmente importa es que seamos felices juntos. ¿Me deseas realmente? ¿Estás dispuesto a abandonar todo por mí? ¿Soy la dueña de tus sentimientos? Eso está por verse. Por mi parte, no te dejaré salir de mis garras y te seguiré teniendo aquí, aferrado a mí, en mis pechos, rogándome por placer. ¿Te animas a seguir jugando?