“El amor, en cualquiera de sus presentaciones, debe darnos paz”.
Ciertamente, nosotros somos los únicos responsables de lo que hacemos, decimos y sentimos. Todo lo que está en nuestro corazón y mente, es nuestro y de nadie más. Sin embargo, al entrar en una relación sentimental, casi todas las acciones, palabras y pensamientos del otro, influyen sobre nosotros, haciendo de nuestra vida algo más complicado o sencillo.
Por lo general, cuando amamos a alguien, cuando sentimos un interés profundo por su cercanía, tendemos a querer siempre darle paz y tranquilidad a dicha persona. Intentamos hacer que nuestro afecto se sienta, sin que haya ningún espacio disponible para malos entendidos, dudas o sospechas, pues lo que menos queremos es que nuestro amor se ponga en tela de juicio.
Esto pasa porque por naturaleza, entendemos que las mejores relaciones se basan en la confianza y que no hay más peligroso para ellas, que los silencios sin explicación, conductas evasivas y mentiras evidentes. Hay quienes están acostumbrados a sembrar dudas en sus propias relaciones, como si esto fuese importante para mantener el vínculo entre ambos.
Este tipo de personas pueden ser:
Egoístas: Pues solo buscan el beneficio propio a través de la relación, y sin importar el efecto negativo de sus acciones sobre el otro, actuarán para alimentar la “adrenalina” de estar haciendo algo que no deben. Les causa una cierta emoción y morbo el hecho de sentirse descubiertos y esos les da vitalidad.
Faltos de compromiso: Su único y más compromiso, es solo con ellos mismos, por lo que solo velan por su propia tranquilidad.
Tienen miedo: Es como si temiesen a dejar cualquier oportunidad y subestiman el coeficiente intelectual de las personas que los acogen. Temen dejar de lado oportunidades fuera de la relación, pues las ven como posibles ventanas para escapar en caso de que las cosas se pongan difíciles.
Vincularse con este tipo de personas, como mencionamos al inicio, es nuestra absoluta responsabilidad. Nosotros decidimos con quien y con quien no andar. Si nos quedamos en un lugar que atente contra nuestra libertad emocional, será culpa de nosotros por no salir de ahí.
Todos merecemos el amor que acogemos. Merecemos relacionarnos con quien sume cosas especiales a nuestra vida, sonrisas, apoyo, fuerza y mucho más. Merecemos a alguien que se preocupes por vernos feliz, que respete nuestro tiempo pero que, sobre cualquier cosa, nos demuestre que nos ama de verdad.