Si le pudiese dar un consejo a algún hijo mío, sería este: “Vives en un mundo duro y poco piadoso. Si lo permites, la gente buscará romperte. Ellos buscarán hacerte débil y vulnerable. A pesar de ello, a pesar de todos los golpes y maltratos, debes permanecer fuerte y mantener el sentido del amor y tu dignidad, intactos, porque eso, hijo mío, es lo que te hace ser humano y auténtico.
Imagino teniendo este tipo de conversaciones con mis hijas (si algún día las tengo), ya cuando sean un poco mayores. Me interesa que ellas comprendan que, por el hecho de ser señoritas, no son delicadas, no son frágiles. Me gustaría que mis hijas crecieran queriendo ser heroínas en vez de princesas. Que pudiesen caminar por la calle con la frente en alto sin miedo a nada ni nadie y que, en caso de que alguien la intente lastimar, ella sepa responder de la mejor manera para cuidarse a sí misma.
Sé que hay días en que simplemente, no tienes ánimo de nada, solo de permanecer en tu cama porque los constantes reproches, críticas y abusos, te han cansado, te han hecho no querer seguir adelante. Pero es ahí, cuando te levantas, te pones los guantes y sigues golpeando, fuerte y sólidamente. Es ahí cuando sigues aguantando porque sabes, dentro de ti sabes, que por mucho que intenten destruirte, tu dignidad es mucho más fuerte que cualquier cosa.
La mejor manera de combatir en la vida es escogiendo sabiamente las batallas que puedes librar.
No podemos pretender ganar cada batalla si escogemos todas. No porque seamos débiles, sino que hay veces, que quien intenta destruirte no se cansa de tirar mierda. Es así, hay veces que simplemente debemos hacer oído sordo a las palabras necias de los envidiosos y dolidos.
Míralo de esta forma: Antes de entrar en una batalla, asegúrate que, aunque ganes o pierdas, te quedará alguna enseñanza y de ella, podrás aprender a cómo ser mejor persona. Porque a diario, cientos de personas querrán retarte, pero solo con el propósito de destruirte.
Pasemos de largo con esos a quienes no les interesa hacer ningún bien y que solo viven del dolor ajeno. No permitas que nada ni nadie te desanime y que las únicas críticas que recibas con los brazos abiertos, sean esas de las que puedas aprender algo.