Podemos aferrarnos al recuerdo con uñas y dientes. Podemos llorar de noche con un puñal en el pecho el cual lleva su nombre. Podemos añorar con ansias ver su sonrisa de nuevo y escuchar su voz al decir “te amo”. Podemos extrañar todo eso y más, pero, aun así, no significa que queramos que vuelva.
Y es que detrás de todo el desastre y la agonía, hubo grandes momentos que vale la pena revivir en la memoria cada noche. Esos pensamientos del ayer en el que recuerdas el olor de su piel y los detalles que hacían enamorarte. Ese tipo de cosas buenas y únicas que hicieron que te enamorasen, siguen por ahí, dando vueltas entre una y otra esquina, haciéndose notar, pero no se sucumbe a ello.
Uno no se entrega a los brazos del pasado y deja que formen parte de este futuro el cual estás intentando construir de cero, porque, más fuerte que todo lindo recuerdo, es un acto de traición. Más fuerte que todos los besos que se dieron, es un corazón que exige dignidad y respeto hacia sí mismo. Más fuerte que la añoranza, es la necesidad de avanzar y desprenderse de aquello que una vez te hizo daño.
Así que, no, no porque se extrañe a alguien, significa que tus puertas están abiertas para verle volver. Es normal tener pesar porque algo que te hizo un bien entre tanto mal, se haya ido. Es normal querer recordar todo lo bueno y es normal y es necesario, que sepamos que dejar entrar una vez más a nuestra vida aquello que nos lastimó, es jugar a la ruleta rusa con el corazón.