La sociedad ha hecho del concepto de la honestidad, un sinónimo de debilidad, torpeza y falta de astucia. Es como si el hecho de ser hipócritas, aprovecharse de otros y no recibir su merecido, estuviese de moda y ganase más fama cada día.
Por ello, la cantidad de amigos por personas, se reduce cada año de vida. En la infancia podemos tener 20 “amigos honestos”, y a los 40 años, daremos un vistazo a nuestro alrededor y nos daremos cuenta que solo quedan dos o uno, con suerte cinco.
Esto se debe a que, a medida que la persona adquiere experiencia sobre la maldad en el humano, la va interpretando como algo incorrecto y va madurando su poder de elección, comprende que las amistades valen más siendo pocas pero sinceras, en vez de abundantes pero hipócritas.
Por otra parte, hay que recordar que, el ser humano, ante todo, es un animal consciente. Así lo definía Aristóteles, quien planteaba que esa parte animal, es la que nos hace actuar de manera primitiva, sin consciencia y no pensar en las consecuencias de algunos actos.
De ahí, es que cosas como la “viveza o mala astucia”, hipocresía y maldad, parezca relacionarse con las personas que, supuestamente, sí saben cómo gira mundo, están de moda y nadie puede con ellos, como si en el reino humano la ley fuera también, que solo los más fuertes sobreviven.
La honestidad como sinónimo de debilidad, es una vil patraña que solo los cortos de mente se han tragado, pues prefieren aunar por la astucia, la cual consiste en la manera en que el hombre alcanza lo que quiera sin importar las consecuencias, es decir, desprendido del juicio, la razón y la moral.
Por ello, no busques amistades astutas, sino inteligentes, pues el inteligente estará contigo sin buscar un beneficio propio para sí, sino que lo estará, porque tiene la capacidad mental para reconocer lo que vales como persona. De este modo, tendrás una amistad honesta, a pesar del tiempo y la distancia.