Si eres de las que se queda despierta hasta alta horas de la noche, te habrás percatado de que, es en la madrugada, que nuestros sentimientos y emociones comienzan a aflorar. Es como si la habilidad de expresar lo que sentimos, retoñara pasada la media noche.
Si tienes a un compañero de charlas nocturnas, posiblemente te irás enamorando de él poco a poco, porque será con él, con quien comenzaremos a hablar de cosas que evitamos pensar en todo el día. Pero ¿A qué se debe esto?
La rutina es una asesina nata de las emociones, incluso de las que no expresamos. En la mañana mantenemos la mente tan ocupada en el trabajo y las responsabilidades, que no dejamos espacio para que nuestro corazón, hable.
Por ello, es que se recomiendo que, si estamos pasando por un desamor, ocupemos nuestra mente en algo como el trabajo o actividades físicas que nos desgasten, no solo para olvidarnos de la causa del dolor, sino para que una vez que llegue la noche, podamos descansar más fácilmente.
La vulnerabilidad emocional nocturna, como yo la llamo, se presenta con más frecuencia en personas solitarias, esas que durante el día no tuvieron a nadie con quien conversar y por lo cual, reprimieron una gran cantidad de ideas. En la noche, llega tu compañero noctámbulo y psicólogo, y es con él con quien empiezas a conversar.
Comienzas preguntando cómo estuvo el día, qué hizo y, de un momento a otro, te darás cuenta que estás hablando sobre cosas absurdas que a ambos parece emocionarles, y eso, te hace sentir maravillosamente. Ello te dará esa sensación de lleno en el vacío que estuviste evitando durante todo el día, y es eso lo que te da la fortaleza y las ganas de empezar hablar sobre tus emociones hasta que vuelva a salir el sol.
¿Lo ves? Es una reacción en cadena. Eventualmente, ese psicólogo nocturno se vuelve un amigo íntimo, y si hay un poco de química, pasará a convertirse en un romance muy bonito. Así que, quedarse despierto hasta tarde, no es tan malo como parece, solo necesitas a alguien con quien compartir la luna y las estrellas.