Mayormente, las personas que van a un consultorio psicológico, lo hace esperanzada en una sola cosa: que la ayuden a dejar de sentir ese dolor que la abruma. Y esta se vuelve (al menos al principio), la tarea principal del terapeuta.
Sin embargo con el paso de los días la persona se percata de que no está ahí por ese motivo, que el dolor que siente no es tanto por la pérdida de su pareja como por la posibilidad de perder sus recuerdos. Llora, gime, padece y siente dolor por sus recuerdos. La sensación horrible que siente ahora proviene de su nostalgia.
La nostalgia por los recuerdos
Seguramente cuando te preguntan ¿qué es lo que extrañas de esa persona por la que sufres? Tu respuesta casi siempre será: los momentos juntos, el principio de la relación, la familia que éramos, etc. Es decir, extrañan los recuerdos que se forjaron junto a esa persona. Muy rara vez me he encontrado con alguien que me diga: escucharás que te digan “¿Qué clase de pregunta es esa? ¡Lo extraño a él/ella! A su sonrisa mágica, su aroma único, su mirada especial. Extraño a esa persona”.
La nostalgia es hermosa y devastadora al mismo tiempo, ahí reside su brutalidad.
Y lo anterior ocurre porque cuando se termina el vínculo con esa persona se termina la generación de recuerdos. Esta historia no poseerá más capítulos que vayan conformando nexos nuevos que nos mantengan en un estado placentero e incluso feliz. Como esto aterra, la persona –que se niega a aceptar lo que ocurre-, se apega a la idea de lo que tuvo antes como una especie de salvavidas emocional, algo que la rescate del dolor por enfrentar el ahora de su situación. Se aferra a los recuerdos.
Esto es absolutamente normal y necesario, el efecto nostálgico no algo totalmente negativo es algo positivo y lo es porque gracias a él podemos sobrevivir emocionalmente, mantener el equilibrio interno, recordar y aprender. Por eso la nostalgia es un elemento exclusivamente humano.
Fuente: Psicocode