“Es esta libertad espiritual, que no se nos puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito”.
Viktor Frankl
Viktor Frankl, fue un psiquiatra judío perseguido por los nazis. Fue capturado junto a su esposa en 1942, y su historia fue escrita por Rafael de los Ríos, en un libro llamado “Cuando el mundo gira enamorado”.
Viktor, quería ser psicólogo, pero por azares del destino, terminó siendo psiquiatra. No fue hasta que fue capturado por los nazis y llevado a uno de los campos de concentración, donde, gracia a su carisma y manera de conectar con los prisioneros, que pudo ganarse un lugar como psicólogo de, no solo los prisioneros, sino también de sus propios captores.
Aunque no poseía un título, sus conocimientos de psiquiatría, le ayudaban para tratar con los efectos de trastornos emocionales que muchos prisioneros y guardias sufrían a causa de las condiciones de vida a las que estaban sometidos.
Un método de suicidio muy común en los campos de concentración, era que los prisioneros se lanzaran contra el cercado eléctrico. Los guardias no intentaban detenerlos, porque así ahorraban munición y, al fin y al cabo, el destino de todos luego del trabajo forzado, era la muerte.
Viktor creó lazos con los prisioneros, y ellos ya conocían su profesión, muchos de ellos comenzaron a acudir a él para tratar sus problemas emocionales, al menos, hasta que llegase la hora de ser ejecutados.
El problema más común por el cual los prisioneros iban, eran por los deseos suicidas. Pero, entre los prisioneros que Viktor trató, la gran mayoría no quería suicidarse, sino, simplemente escapar de ahí.
La muerte era el único método, claro, y por eso es que iban a donde Viktor a exponerle sus deseos suicidas, a lo que él siempre respondía de entrada…
-¿Por qué no te suicidas? ¿Por qué no lo haces? ¿Por qué no te lanzas a la cerca y terminas de electrocutarte?
Las respuestas de los prisioneros eran:
-Por mi hija, por mi madre, por mi esposa que aún está afuera. Por mis amigos, por las personas que me aman.
Viktor estaba consciente de que un verdadero suicida, no tendría razones para no suicidarse. Y sí, él vio gente que simplemente, no pudo responder a esa pregunta y que eventualmente acababan con su vida.
Pero eran estos prisioneros, que tenían un “por qué vivir”, que Viktor podía salvar. Porque ellos aún no se percataban, de que podían vivir aferrados a la esperanza de que alguien afuera, aún les amaba.
Viktor les hacía darse cuenta, de que el suicidio no era más que la salida del hombre solitario, del que no tenía nada. Los hacía darse cuenta que, incluso, cuando parecían haberlo perdido todo, aún quedaba algo por lo que vivir, y ese algo era el amor que los demás tenían hacia dicho prisionero.
Viktor no endulzaba sus palabras, ni con los prisioneros ni con los guardias. Pero siempre fue tenaz con cada frase y salvó muchas de las vidas de las cuales pudieron salir del campo de concentración años después.
Viktor no volvió a ver a su esposa luego de que los separaron para llevárselos a campos distintos. Antes de soltar su mano, él se quedó con uno de sus aretes, el cual era un planeta que tenía una escritura en relieve que decía: “Cuando el mundo gira enamorado”.