Benjamin Disraeli, un escritor y aristócrata londinense del siglo XIX, fue quien dijo “ La magia del primer amor consiste en nuestra ignorancia de que pueda tener fin”.
La idea de la infinitud, ligada al primer amor, siempre ha sido una de las más falsas ilusiones del ser humano. Esta ilusión nace del deseo de que, ese estado de plenitud que era desconocido hasta ahora, dure para siempre.
Nos aferramos a la esperanza de que nuestro corazón se sienta enamorado por toda la eternidad, y no solo eso, también aspiramos a que este amor ficticio sea siempre correspondido.
La magia del amor, no solo se basa el deseo de que nunca se acabe. La idea de que nuestra pareja es un ser lleno de virtudes y sin defectos, es algo propio de los primeros amores.
La magia se sustenta en el deseo de algo que no existe, en la búsqueda de la perfección y la idea de la infinitud de estas virtudes en el otro.
El primer amor es el más ciego de todos y también el más exigente, porque la búsqueda de la perfección es ardua y cuando por fin creemos conseguirlo, deseamos con todas nuestras fuerzas que nunca se acabe.
No todos los primeros amores se quedan con la idea de la infinitud y lo perfecto. Algunos, en muy pocos casos, logran Madurar al lado de su primera pareja. Esto son casos excepcionales de los que vale la pena aprender, porque ellos supieron a la primera, que vivir de ilusiones, era sentenciar una muerte segura a la relación