¿Nunca has conocido a alguien que puede ser extremadamente divertido, alocado, gracioso y a la vez odioso, rabioso y con mala leche? Alguien a quien amar y odiar en la misma medida. Alguien con quien pienses irte al fin del mundo y no ir ni comprar el pan. Alguien tan intenso que te agote y a la vez te de la energía que necesitas.
Alguien con un carácter fuerte pero sensible a la vez.
Alguien con la cabeza en las nubes pero los pies en el suelo.
Alguien igual de metódico y planificador que impulsivo y improvisador.
Alguien con quien salir todas las noches y huir por la mañana.
Alguien con quien compartir tus días y olvidar las noches.
Alguien que te aconseje y juzgue severamente para el actuar del todo contrario.
Alguien que te destruya y te resucite a la vez.
Alguien igual de exageradamente basto y delicado a la vez.
Alguien igual de fuerte y seguro por fuera que inseguro y nervioso por dentro.
Alguien como una montaña rusa.
Unas veces arriba, otras veces abajo, nunca sabes en qué punto va a encontrarse esta persona. Las montañas rusas son así, puedes estar en lo más alto y el segundo siguiente estar en la parte más baja de la curva. Todo puede cambiar intensamente en poco tiempo.
Puede ser la persona más adorable del mundo cuando estás a buenas y la peor persona del mundo mundial cuando estás a malas. La más simpática o la más borde del planeta, la más solidaria o la más egoísta, la más dulce o la más fría, la más divertida o la más rancia…
Es la gracia de tener a tu lado alguien así, nunca tendrás tiempo para aburrirte ni amoldarte. Lo importante de la montaña rusa es, estar arriba o abajo, pero nunca bajarse de ella.