Para muchas personas el concepto de felicidad va de la mano con ser perfectos. Son dos cosas distintas. Empecemos por reconocer que la perfección no existe. Podemos tratar de ser mejores cada día y afianzar el éxito, pero ambos son proceso internos y no se verá influenciado por otra persona o por ninguna situación exterior.
El concepto de perfección, ha alcanzado niveles tan absurdos dentro de la sociedad, que incluso muchos llegan a pensar que ser perfectos significa, ser hermoso. Que la perfección radica en la parte física o en el alto nivel adquisitivo que tengamos. Este concepto muy arraigado socialmente, ha dejado muchas personas infelices a lo largo del camino, pues tratan de complacer un estándar de perfección impuesto, que solo consigue altos niveles de frustración.
La perfección se basa en patrones, que son efímeros y dependen de las circunstancias. No es tangible, no es un valor que consigamos o logremos alcanzar. La perfección va ligada a un punto de vista subjetivo.
La felicidad es también un proceso subjetivo, que no es tangible pero si es real. Tiene que ver con el hecho de aceptarte tal y como eres. De aceptar tus errores y con base a ello, trabajarlos y buscar ser “mejor ser humano” cada día, pero es un proceso que depende ampliamente de ti, que nadie te quita y que depende de tus decisiones.
Entonces cuando sabes la diferencia entre ambos, es que te das cuenta que ser feliz, es más importante que ser “perfecto”. Siendo feliz puedes llegar a encontrar un momento perfecto, que estará ligado a tus logros interiores, que dependerá de tu paz interior y te llevara a alcanzar esa perfección que radica en tu interior.
Pasamos mucho tiempo de nuestra vida, queriendo complacer estereotipos, callándonos molestias, aceptando imposiciones y dejando a un lado nuestra paz interior. No hay nada que pague el precio de nuestra paz, entonces no la regalemos. Al final de nuestras vidas lo que nos llevamos es lo que realmente aprendimos, los momentos que vivimos y lo felices que fuimos, las sonrisas compartidas. No nos llevamos el dinero, la vanidad, ni el orgullo, pero tampoco carros de lujos, ni ninguna propiedad, tampoco la intención de explotar a un buen amigo para enriquecernos.
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