Con 25 años de edad, no sé aún de qué trata el “compromiso”. No porque no lo haya puesto en práctica, sino porque las veces que lo hice, las personas que supuestamente estuvieron comprometidas en una relación conmigo, decidieron tirar su palabra al vacío y hacer los que les vino en gana. Por eso, no sé qué carajos significa un compromiso hoy día.
No sé si es que la RAE decidió cambiar el concepto. No sé si perdió importancia con el pasar de los años y no sé si la sociedad le tomó cierto temor a esta palabra, a esta acción.
Admito que extraño la sensación de enamorarme, de que se enamoren de mí. La viví como todo ser humano y no le temo, pero estando con el corazón en la mano por el amor, olvidé lo que era estar en soledad. Sustituí al estar conmigo con el estar acompañado y eso implicaba asumir un compromiso. Podrás pensar que es algo egocéntrico y egoísta preferir la soledad a compartir mi vida con alguien, pero estando joven, no pienso en otra cosa que no sea mi propio bienestar.
No me pesa la soledad, y no me pesa porque hasta ahora no ha habido nadie que sepa hacerme sentir mejor en un compromiso, que en soledad. No ha habido una persona que me haga creer de nuevo en que alguien, a temprana edad, puede realmente querer poner los pies sobre la tierra.
Por ello, a esta edad, prefiero pasar de largo con el tema de las “relaciones serias”, porque siento que cualquier niñato que se aproxime a hablarme de un futuro y vivir felices para siempre, lo hace con la aspiración de que le entregue la piel en bandeja de plata para luego irse y sentirse realizado por haberme engañado.
Así que, no decidí dejar de lado un compromiso por temor, sino porque me amo lo suficiente como para saber que, en este momento de mi vida, no necesito de nadie que me haga promesas o me quiera bajar la luna.
A veces, estar solos no es egocentrista, a veces es solo una forma de querer ser felices en paz y no complicarse tanto la vida.