Te hizo tanto daño que está demás que te pregunten si le tienes rencor o no, pues se te nota a leguas cada vez que alguien menciona su nombre. Todos hemos sido heridos de tal manera por alguien que deseamos no haberle conocido, pues dañaron tanto nuestras vidas o las vidas de quienes amamos que lo único que queremos es que reciban todo lo que nos han hecho.
El problema es que a veces ese sentimiento se vuelve tan pesado que nos somete a una carga cada vez más perjudicial para nuestra salud tanto física como mental. La única manera efectiva que existe para soltar todo ese peso se llama perdón, pero causa gran confusión llegar a ese punto porque hay quienes dicen que son incapaces de olvidar. ¿Y quién dijo que perdonar es olvidar? Aún puedo recordar las ofensas que alguna vez me hicieron, pero eso no quiere decir que no haya perdonado.
Demasiadas personas van por la vida cargando con el lastre del daño recibido, cosa que disminuye la energía para vivir y aumenta el resentimiento. En favor de tu propio bienestar, te invito a que tomes el día de hoy para iniciar tu camino hacia el perdón al menos a través de las palabras, dilo todos los días: “Sin importar lo que hayas hecho, te perdono y me libero”. Aunque no lo sientas, intenta al menos decirlo. A medida que lo repitas, irás programando a tu cerebro para la liberación.
Es propicio recordarte que perdonar no significa que todo volverá a ser como antes, pero sí ofrece una visión distinta sobre lo que pasó para poder experimentarlo de una mejor manera. Puedes perdonar sin aceptar de nuevo a esa persona en tu vida porque no es conveniente para ninguno de los dos estar juntos.
Una vez que logres perdonar, podrás experimentar de nuevo la paz y el amor que necesitas para alcanzar tu bienestar. Te llevará horas, días, meses o años, pero es la mejor manera de dejar el pasado donde pertenece.