Que te amen.
Que lo hagan de pies a cabeza.
Que lo hagan con mordidas y rasguños.
Con besos y abrazos.
Con un “te amo” y un “te extraño” cada vez que sea posible.
Que te amen.
En esos momentos de mayor alegría y entusiasmo, que te cojan de la mano y te susurren al oído como si se tratase de un secreto “Me enorgulleces”.
En esos momentos donde la felicidad es tal que no te cabe en el alma y las mejillas te duelen de tanto sonreír, valora a quien tengas a tu lado para cargar con el peso de tanta dicha.
En esos momentos, justo en esos, es que se hace más fácil tener compañía.
Pero que te amen también cuando no sea así
Que lo hagan y sabrás quién lo hace de corazón, de forma honesta y desinteresada.
Que te amen cuando las luces se apaguen y no parezca haber suficientes estrellas en el cielo para tener pizca de esperanza.
Que te amen cuando te quiebres, cuando el llanto sea tal que los lagrimales se te sequen.
Que te amen cuando sientas que te hundes.
Que lo hagan ahí, justo en ese preciso instante para que puedas sujetar una mano y salir a flote.
Que te amen intensamente para tener el apoyo de un corazón que quiere latir junto al tuyo.
Que te amen en tu peor momento.
Pues, solo así, sabrás que te amarán cuando todas las luces se enciendan y cuando todas se extingan.