El psicólogo Mikhail Labkovsky está seguro de que la apariencia de una persona no afecta el coeficiente de la felicidad. Este hecho se demuestra en el mundo de las celebridades, donde incluso si respondes al ideal de belleza, el amor y la felicidad no están garantizados.
Diariamente se ve cómo las mujeres luchan día a día contra lo que la sociedad a catalogado como desperfectos. Quizá los hombres también lo hagan pero no con tanto esmero.
Tal vez sea porque los estereotipos sociales han sido más crueles con las mujeres. Es por eso que se escucha mucho de mujeres luchando por seguir dietas o gastan mucho dinero en ir al gimnasio. O en el peor de los casos se pinchan con inyecciones mágicas llegando a cambiar de aspecto totalmente buscando la aceptación de las personas o la “admiración”.Sin embargo, esta manipulación de su apariencia, del autobronceado a la liposucción, son una demostración de inseguridad en sí misma y un paso dado en el camino hacia el narcisismo, el cual es un trastorno muy desagradable.
Lo peor es que para las víctimas de la industria de la belleza la medida de la autoestima no es la apariencia sino la presencia o ausencia de una pareja de ciertos parámetros.
En realidad, no entiendo para qué tolerar, por ejemplo, las dolorosas inyecciones de Botox, cuando la historia del mundo entero, la ciencia y la experiencia cotidiana están gritando que la apariencia (igual que las altas cualidades morales) no juegan ningún papel en el amor, la atracción, el sexo y el trato hacia nosotros por parte de los demás. Hay otra cuestión. A continuación te lo diré.
Por ejemplo, todo el mundo sabe con quién se casó y a quién adoraba John Lennon, el hombre que podía elegir a cualquier mujer del mundo. Recuerda a Yoko Ono. Tenía una apariencia muy original hasta para los gustos japoneses.
Fuente: Genial