En ocasiones vemos personas que irradian seguridad y una gran fuerza tanto física como energética. Nos cuestionamos como podríamos obtener esa fuerza y nos ideamos que esas personas nacieron así.
Una persona no nace siendo fuerte; la fortaleza se adquiere con la práctica durante la vida. Va de la mano con la seguridad que tenemos en nosotros mismos y eso se aprende en cada proceso vivido, en cada obstáculo superado.
La fuerza para unos es elección y para otros obligación.
En el transcurrir de nuestras vidas pasamos por momentos difíciles, no todo es color de rosas, pero de eso se trata, de vivir momentos buenos y malos, ya que de ese proceso se aprende.
Una persona se hace fuerte cuando decide serlo. En cada situación negativa que enfrentamos en la vida, en cada problema, hay dos maneras de enfrentarlo:
Una es asumiéndolo y reconocer las debilidades y fortalezas que tenemos para poder superarlo, y dando todo lo mejor de ti para hacerlo.
Otra manera de manejarlo (que está mal) es negándote a la idea de que podrás enfrentarlo, asumiendo que no podrás e imponiéndote la etiqueta del “no puedo”.
El triunfo de poder resolver cada obstáculo va más allá de lo material, eso significa algo más importante: la fortaleza de saber en tu corazón que podrás con lo que vendrá, la seguridad de saber que eres fuerte y que siempre trataras de hacerlo.
Todo aquello que sucede para tu crecimiento y conocimiento, es una fortaleza. De cada situación siempre ve los dos lados de la moneda.
Aquello que debes desechar, lo que te puede afectar o herir, lo que no te aporta nada.
Toma aquello que puedas aprender de toda situaciones ese aprendizaje te hace ser fuerte.
Por eso se dice que ser fuerte, es una escogencia, pues tú decides serlo o no.