El olvido y la añoranza son enemigos a muerte. La primera supone el desprendimiento de raíz del recuerdo de cada persona, pero acarrea ciertas consecuencias y por lo general, el camino hasta llegar al olvido, es muy doloroso, empinado y difícil de alcanzar. Por otra parte, la añoranza supone una forma de “aliviar” el dolor, pero de manera ilusoria. Extrañar a alguien se vuelve doloroso en la medida que, dicha añoranza, no es correspondida. Esto implica aferrarse a algo que nos lastima por el hecho de no aceptar que NO todo lo que anhelamos, podemos tenerlo.
Pero, ¿Alguna de esta es mejor que la otra? ¿Es mejor olvidar que extrañar? Sí, el olvido puede ser la mejor elección en estos casos, pero mucho ojo, que uno nunca llega a borrar de la memoria a las personas que nos hicieron daño o nos hicieron sentir amor. Lo que se olvida realmente es el sentimiento que genera y, en parte, el olvido se basa en el desprendimiento o desapego de esa persona en tu vida.
Es justamente este apego, lo que nos lastima, porque nos aferramos a algo que mantiene el recuerdo de las emociones vivas. Si queremos olvidar, debemos tragarnos todo lo que una vez vivimos con esa persona seguir adelante, sin ver atrás, sin añorar, porque ver al futuro, a las nuevas posibilidades que te da el amor, es la mejor manera de olvidar una emoción que ya no tiene cabida en nuestro corazón.