No tienes la culpa si le fuiste infiel a un infiel.

358

Muy pocas veces, la infidelidad tiene un sabor dulce, que sin darnos cuenta, puede llegar esa oportunidad en dónde seamos nosotros los que decidamos poner las reglas del juego, y qué bien se puede sentir, sobre todo porque se está disfrutando de una libertad.

Llega un momento, en el que la misma vida nos diga: «¡Ya basta, ahora es tu turno, disfrútalo». En dónde ya no sentimos esas ganas de tirarnos al piso y llorar, un momento en el que las traiciones se vuelven nada. Y es que aprendemos, cuando al corazón lo aprietan tan de repente, nos volvemos frios, y a veces insensatos.

Y todo ese sufrimiento que nos causaron pasa a un segundo plano. Porque no hay peor dolor, que el interno, cuando nos quiebran el alma y el corazón con alguna traición y decepción, y esto pega aún más cuando se es mujer y se tiene ese espíritu noble y sensible.

Ads

Y sí, es cierto que las mujeres sufren mucho más con respecto a sentimientos, pero cuando deciden poner fin a ese sufrimiento, se vuelven mucho más fuertes y seguras, entonces el mundo tiene que hacerse a un lado para que ellas pasen, porque están decididas a comérselos, sin importar nada.

Y mediante esta razón, a continuación presentamos la historia narrada por una mujer, titulada: «Por eso, le fui infiel a un infiel y no tengo culpa».

«¿Que si creía en el amor para siempre? Un día lo hice, confíé en que estar a su lado me haría feliz, que compartir la cama, las mañanas, el café y ver el atardecer, sellaría nuestro amor. Ese hombre no me fue infiel ni una, ni dos, ni tres veces, ni siquiera recuerdo la suma exacta.

Me cansé, de ser la que esperaba en casa, con un nudo en el estómago que parecía rasgar mis entrañas. Me cansé de llorar hasta quedarme dormida y no sentirlo a mi lado. Me cansé de sentir tanto dolor, decepción y rechazo. Me harté de verme tan frágil, tan lastimada y aún así volver a sus brazos.

Ads

Sí, le fui infiel y la verdad es que desde hace tiempo ya lo había dejado de amar. No, no fue cuando descubrí los aberrantes mensajes, ni cuando me dijeron que lo vieron por ahí. Fue cuando un día me levanté y me dije no más, no se lo merece. Se me estaba yendo la vida, llena de amargura y él como si nada.

Lo dejé aún compartiendo la misma cama, lo dejé cuando ya no me importó si llegaba, cuando sentía un alivio cada vez que se marchaba. Lo dejé cuando acepté que aquél hombre entrara a mi vida y, la verdad, es que da igual quien hubiera sido. Solo necesitaba una válvula de escape.

Le fui infiel y no tengo culpa, porque sacié todas mis ganas. Porque volví a encender la llama, mi llama, la vibra que me hacía diferente de las demás. Porque me volví a carcajear después de una buena noche. Porque ni me acordé de él y porque un infiel no se merece compasión.

No tengo culpa, porque no lo hice por venganza. Fue porque quise, porque la vida es sabia y sabe poner a cada quien en su lugar. Porque aquella noche ni me bañé, olía toda al otro y reí dándole la espalda, cuando comentó que percibía un olor raro. 

Porque la mujer es un molde y entre más daño le hagas más fría se vuelve. Es así como puedes poner una coraza y librarte de los parásitos. Le fui infiel a un infiel y no tengo culpa, porque ahora por fin lo dejé».