Nos han enseñado de pequeñas a ser delicadas, a comportarnos lindas. A no alzar la voz, a asentir con la cabeza. A ser toda una dama, porque una dama es quedarse calladita mientras los hombres pueden realmente expresarse. Nos dijeron que tenemos que ser las esposas perfectas, que somos nosotras que debemos ocuparnos de todo, porque somos las amas de casa. Que nuestra vestimenta tiene que ser dulce, con falda y tacones, sino vayan a decir que somos “machitas”.
Todos nos enseñan a ser una persona que haga lo que le dicen, pero nadie nos enseña a ser perseverantes, valientes, decididas, arriesgadas. Deberían dejar que uno mismo se descubra, que uno misma busque lo que significa “mujer” y no que nos impongan normas que está fuera de la realidad.
Tienen que entender que nosotras las mujeres no somos frágiles, somos aguerridas, triunfadoras. Que nos gusta luchar por lo que queremos. Decididas a conseguir lo que nos gusta a toda costa, sin dejar que nadie nos minimice.
Desgraciadamente eso lo vamos descubriendo con el paso del tiempo, ya que a nuestros inicios nos dicen que las damas no hacen cosas arriesgadas. Pero al internarnos en la sociedad, sentimos que nos han enseñado mal. Y que somos capaces de cosas que ni nosotras mismas sabíamos.
Necesitamos concientizar a la sociedad sobre las mujeres, y enseñarles desde pequeña que ellas no son débiles. Que ellas son más fuertes de lo que creen. Y que pueden ser lo mismo que un hombre. No somos distintos, los dos tenemos los mismos sentimientos.
Necesitamos menos niñas delicadas y más fuertes. Mujercitas que motiven y hagan temblar el mundo con sus grandes pasos. Queremos más niñas que sepan lo que valen y que demuestren lo invencibles que son. Ellas necesitan confiar firmemente en ellas y que tú también lo hagas.